De Nuestra América tiene como objetivo la entrega de una selección de análisis alternativos de la situación en América Latina y El Caribe que lamentablemente no tienen cabida en la llamada “gran prensa”. Los trabajos aquí aparecidos, gracias a la cortesía de la Libraría Aira das Letras, que nos brinda este espacio, no necesariamente son coincidentes con los criterios de Aira das Letras y tampoco con los del Editor; simplemente se busca que el lector logre encontrar otras fuentes para analizar un área tan cercana a la historia de la Península Ibérica. Sólo podrán considerarse como criterios del Editor los trabajos que en este blog se encuentren avalados por su firma.
Eddy E. Jiménez
Editor
EDITORIAL
Suramérica 2016. A modo de recuento.
Luego de un año sin publicarse De Nuestra América -por motivos de índole personal que me impidieron su confección- se impone efectuar un recuento de los hechos más importantes acontecidos en esta área geográfica durante el pasado año, 2016, como única forma de volvernos a insertar en el análisis de la actualidad sociopolítica continental.
Al releer el editorial del último de los boletines publicados (Obama: de La Habana a Buenos Aires. Número 77, del 1 de abril de 2016), dedicado a la visita del presidente norteamericano Barack Hussein Obama a Cuba, encuentro que en el mismo resaltaba (me cito textualmente): “…queda claro que nada ha cambiado en la estrategia de los círculos de poder que Obama representa, en el sentido de destruir a la Revolución Cubana y, además, de que estamos en presencia de un intento por compaginar la política hacia Cuba con la adoptada por los EE.UU. para el resto de Latinoamérica y el Caribe: destruir desde adentro los procesos revolucionarios y progresistas en la región, valiéndose de la guerra psicológica y la desinformación”.
Más adelante agregué: “En lo que a mi respecta, no tengo la menor duda de que la estrategia del imperialismo es destruir la naciente integración latinoamericana y caribeña y para ello utilizarán a las nuevas autoridades argentinas, que ya comienzan a socavar a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y al Mercado Común del Sur (MERCOSUR).
“Si para lograr sus objetivos fuesen necesarios nuevos golpes de estado y nuevos planes cóndores, los voceros de los grandes intereses imperiales del mundo (apellídense Obama, Clinton, Trump o Cruz) les darán su aprobación y los justificarán a nombre de la tan llevada y traída democracia. Estamos en presencia de un problema de sistema y no de apellidos”.
Con anterioridad, en el editorial que llevó por nombre La ofensiva restauradora (Número 76, del 15 de marzo de 2016), después de advertir que la ofensiva de restauración conservadora se había iniciado cinco años atrás “…por los eslabones más débiles entre los gobiernos progresistas latinoamericanos (Honduras y Paraguay) y su objetivo final es la destrucción de joven proceso integracionista en Nuestra América, que pone en peligro el dominio estadounidense en el área“, señalamos:
“La ofensiva derechista-neoliberal arrecia. A las derrotas electorales del Frente para la Victoria, en Argentina, y las legislativas en Venezuela, se vino a sumar la victoria del NO, aunque por estrecho margen, en el plebiscito efectuado en Bolivia el pasado 21 de febrero, para determinar la modificación de la Constitución y así permitir al presidente Evo Morales postularse nuevamente en los comicios de 2019.
“La campaña imperialista contra Venezuela también ha subido de tono; el propio presidente Barack Obama decidió prorrogar por un año más la vigencia de la orden ejecutiva del 8 de marzo 2015 en la que declaró a los Estados Unidos en “emergencia nacional” ante “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos”.
“Con todo el apoyo washingtoniano, la ultraderecha venezolana cree llegado el momento de destruir la Revolución Bolivariana, para lo cual la oposicionista Mesa de Unidad Democrática ha comenzado a desarrollar una “campaña nacional exigiendo la renuncia” del presidente Nicolás Maduro (vía que ya ensayó a inicios del pasado año y que dejó como resultado más de 40 fallecidos). A la vez intenta aprobar en la Asamblea Nacional, donde cuentan con mayoría, una enmienda constitucional para destituirlo (algo inconstitucional pues la Asamblea no tiene poder para reformar la Constitución) y también plantea convocar a un referéndum revocatorio, lo que sí sería legal pero para ello tendría que conseguir las firmas del veinte por ciento del padrón electoral”.
Pues bien, entre abril y diciembre del pasado año la ofensiva restauradora continuó su curso y logró a inicios de mayo de 2016 la suspensión y posterior destitución, a través de un golpe de estado legislativo-judicial, de la presidenta constitucional brasileña Dilma Rousseff, sin fundamentar ningún delito contra la mandataria, anulando así la voluntad de 54 millones de votantes; esta fue la más importante victoria obtenida por el imperialismo y la ultraderecha continental, el pasado año en Suramérica.
Para avalar tal afirmación no nos basamos en el carácter, en sí, de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), encabezados primero por Lula da Silva y después por Dilma Rousseff, que se caracterizaron por un reformismo, desarrollado gracias a una época de bonanza económica y apoyado incluso por la oligarquía, como forma de aumentar el nivel de consumo de la población y con ello sus ganancias.
Lo cierto y en más de una ocasión lo hemos expresado en De Nuestra América, es que a lo largo de los 13 años de gobiernos del PT no se realizó ninguna de las reformas estructurales prometidas a los movimientos sociales que lo apoyaron y, sin embargo, tanto Lula como Dilma siempre tuvieron oídos prestos a los reclamos oligárquicos.
Sólo así puede entenderse que haya tardado tanto y haya sido tan tibia la reacción popular contra un golpe de estado encabezado por el vicepresidente Michel Temer, del Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), posiblemente la organización política más corrupta de Brasil y que para colmo, según dio a conocer Wikileaks, fue “informante de inteligencia” de EEUU.
Efectuado a través de un juicio político, ese golpe de estado, fue ejecutado desde su asiento de presidente de la Cámara de Diputados por Eduardo Cunha, también del PMDB, al que ya en esos momentos se le acusaba de corrupción y que después, por ello, se vio forzado a renunciar a ese cargo; posteriormente Cunha fue arrestado y ya esta año condenado a 15 años de prisión, al comprobarse su implicación en la trama de corrupción de la empresa estatal petrolera Petrobras. Además, el 60 por ciento de los parlamentarios que conforman dicha Cámara de Diputados se encuentran acusados por participación en distintos casos de corrupción. ¡Los delincuentes erigidos en jueces!
No obstante, aún reconociendo el carácter netamente reformista de los gobiernos del PT, resulta justo reconocer que sus políticas de inclusión social –implementadas gracias al aumento de los precios de las materias primas en el mercado mundial-, en un país plagado de injusticias y desigualdad, lograron sacar de la extrema pobreza a millones de brasileños.
Pero bien, el lector se preguntará el por qué si catalogamos por un lado como reformistas a los gobiernos del PT y ni siquiera nos atrevemos, en política interna, a darles el título de progresistas, por otro afirmamos que la destitución de Dilma Rousseff “fue la más importante victoria obtenida por el imperialismo y la ultraderecha continental, el pasado año en Suramérica”, cuando lo que estaba en juego en ese país no era derrocar o desplazar a un gobierno revolucionario o progresista.
Lo que significa Brasil dentro de Suramérica -económica, política, militar, poblacional…- explica tal afirmación. Al respecto vuelvo a citar el artículo titulado La ofensiva restauradora (Número 76, del 15 de marzo de 2016):
“Lo importante para el imperialismo y la ultraderecha continental es llevar hacia el neoliberalismo, claramente y sin tapujos, al mayor y económicamente más poderoso país latinoamericano, para con ello dar un golpe mortal al proceso integracionista y, a la vez, eliminar del vocabulario político suramericano el concepto de no intervención, poniendo su política exterior a tono con la colombiana, argentina, peruana, paraguaya, chilena, con lo que Venezuela, Ecuador, Bolivia y un poco Uruguay, quedarían totalmente a la defensiva.”
Tuvimos razón cuando un año atrás evaluamos de esa forma la estrategia imperial. Ya en diciembre, Venezuela fue despojada por el gobierno argentino, con la anuencia del brasileño y el paraguayo, de la presidencia pro témpore del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y en el seno de ese ente integracionista de lo que ahora se discute es sobre acuerdos comerciales con la Comunidad Económica Europea y los países suramericanos miembros de la Alianza del Pacífico (Chile y Perú), clásico ejemplo de neoliberalismo. Ya para nada se habla de entrelazar las políticas económicas con las sociales y tampoco de buscar un espacio integrador para el Caribe dentro del MERCOSUR.
Por otro lado, el golpe de estado en Brasil ha dejado a Venezuela cercada por gobiernos políticamente enemigos. Así, el golpe asestado al proceso integracionista tuvo, además, otro sentido estratégico para el imperialismo: aislar a la Revolución Bolivariana para propiciar su destrucción.
Ya de por si marcado por la caída de los precios del petróleo, en que llegó a cotizarse a 20 dólares el barril, 2016 fue un año de asedio sin límites contra el gobierno venezolano, que según los pronósticos de la “gran prensa”, empeñada en una feroz guerra mediática, caería irremediablemente.
Con el golpe de estado legislativo-judicial en Brasil, el imperialismo y la ultraderecha suramericana creyeron preparado el escenario para que 2017 fuese el año victorioso de la ofensiva restauradora neoliberal en esa área; no obstante, una vez más, la subvaloración los llevó a confundir los deseos con la realidad: los procesos revolucionarios que hoy tienen lugar en Venezuela, Ecuador y Bolivia (por ceñirnos al área suramericana), arropados por fuertes movimientos populares, poco tienen en común con el abandono del ideario izquierdista de los líderes del PT, que sumieron al pueblo brasileño en la confusión ideológica, y tampoco con la detención de la tendencia progresista experimentada en los primeros años de los gobiernos kirchneristas, en Argentina, como reacción a la crisis económica generada por un cuarto de siglo neoliberal.
Nos toca analizar en De Nuestra América, en su próximo número, qué ha sucedido este año 2017, hacia donde encamina la ultraderecha su ofensiva restauradora y lo más importante: cómo, a nuestro juicio, deberán enfrentar las fuerzas progresistas la embestida neoliberal. Hasta el próximo número.
Eddy E. Jiménez
TITULARES
– Brasil de oferta. Por: Alfredo Serrano Mancilla*
– Pan, rosas y DVDs. Por Alejandro Fierro*
– Hermanos gemelos. Por Emir Sader*
– Cinco preguntas sobre el golpe de Estado contra Dilma Rousseff.
– Golpe de Estado en América Latina. Por Pablo Ruiz*
Brasil de oferta.
Por: Alfredo Serrano Mancilla*
Detrás de cada golpe a la democracia, suele existir una alfombra roja para que caminen poderosos grupos económicos. En Brasil, el ritmo de las privatizaciones es tan veloz que debería ser objeto del Guinness. Han transcurrido apenas dos meses, y el Presidente interino Temer ha demostrado ser muy eficaz en expropiar al Estado de todo lo que sea considerado altamente rentable. La excusa, la de siempre: reducir el déficit fiscal. La verdad: cumplir con el cometido por el cual se dio el golpe de Estado contra Dilma, esto es, el control económico del país por unos pocos.
El equipo económico de Temer va a por todas. Puso el cartel de oferta desde el primer día. Todo a precio de ganga para todo empresario con buena voluntad golpista. No hay sector que se escape. En el eléctrico, se están privatizando unas 230 pequeñas empresas -dedicadas a la generación, transporte y distribución- altamente rentables y necesarias para dar cobertura sin discriminación a la mayoría del país. Hidroeléctricas y parques eólicos también son puestas en venta. En el sector transporte, la empresa aeroportuaria Infraero y la portuaria Docas ya están entregadas. En el sector asegurador, la unidad de Seguro de Caixa Económica Federal (gran prestamista público) ha vendido buena parte de sus participaciones a favor de unas pocas empresas; lo mismo ha sucedido con el instituto de reaseguros de Brasil.
Dos emblemas públicos, en lo simbólico y en lo económico, Correos y la Casa de la Moneda, son otros botines que el gobierno de Temer está dispuesto a subastar al mejor postor. No importa la oferta; lo importante es tener buenos amigos. En el caso de Correos, el escollo es mayor porque se necesita la aprobación en el Congreso. Pero se hará sin problemas porque este es el mismo Congreso que diera el golpe de Estado.
En el caso de las aerolíneas locales, Temer ha cambiado un decreto presidencial de Dilma para viabilizar el incremento de la participación de empresas foráneas. Privatización y extranjerización para que ningún gran capital quede afuera de este enorme mercado. Los aeropuertos también se venden. Temer ha abierto la posibilidad de privatizar el de Santos Dumont (Río de Janeiro) y el de Congonhas (Sao Paulo).
Se prepara, además, una nueva ronda de licitaciones para el sector petrolero y gasífero que incluirá áreas del Pre-sal, la importante reserva en aguas profundas del Atlántico que hasta ahora sólo Petrobrás explotaba. Así, se permite que aparezcan nuevas empresas privadas diferentes a Petrobras para operar en esta zona estratégica con reservas estimadas en 80.000 millones de barriles de petróleo.
A pesar de las ofertas, la agenda privada de calificación de riesgo, Moody’s, quiere más. Y critica que el ajuste fiscal en Brasil “avanza a un ritmo muy lento” con el gobierno de Temer. Se obedecerá. Y así, seguramente, el déficit fiscal actual se reducirá a costa de una masiva descapitalización del Estado que impedirá generar ingresos públicos sosteniblemente. Los programas sociales tienen fecha de caducidad.
El golpe a la democracia es coherente consigo mismo: la economía, cuanto más concentrada y menos democratizada, mejor. Pero no es únicamente una cuestión de injusticia, sino también de ineficacia. Los datos ya comienzan a cantar por sí solos: la economía de Brasil se contrae. Las ventas del comercio minorista cayeron un nueve por ciento en comparación con mayo del año pasado. La actividad productiva también se redujo un 0,51 por ciento en ese mismo mes.
Sin embargo, el riesgo país continúa cayendo, feliz con los golpistas. La democracia molesta.
*Alfredo Serrano Mancilla es Doctor en Economía, Director del Celag
Fuente: Página 12
Pan, rosas y DVDs.
Por Alejandro Fierro*
Los pan-rosas procesos progresistas latinoamericanos basaron buena parte de su éxito en satisfacer las demandas de consumo de las mayorías populares. La primera década de este siglo supuso un ensanchamiento constante del acceso a bienes y servicios por parte de millones de personas que siempre habían estado ajenas a la lógica del consumo. Una vez solventada la emergencia social de sacar a millones de hombres y mujeres de la pobreza, el siguiente estadio consistió en proveerles de toda suerte de productos. Se hacía realidad el grito con el que las obreras del textil de Massachusetts, en 1912, exigían mejores condiciones de vida: “Queremos pan, pero también rosas”. En estos años ha habido pan, ha habido rosas y también ha habido ropa y calzado, electrodomésticos, tecnología, computadoras y teléfonos celulares, Internet, vacaciones, ocio, cultura, cosmética, automóviles y motocicletas…
En los últimos tiempos, se extiende la explicación de que las derrotas electorales de los gobiernos progresistas se deben a su incapacidad para satisfacer estos niveles de consumo jamás alcanzados en la historia del subcontinente. La desaceleración de la economía mundial a partir de la crisis de 2008 provocó una reducción de la necesidad de materias primas y, consecuentemente, una drástica merma de los ingresos de unas economías fundamentadas todavía en un extractivismo primario. Ya no había dinero para sostener la insaciable demanda interna.
Para apuntalar este argumento hay que reducir a la persona a la condición de consumidor-elector. El razonamiento se basa en el automatismo electoral clásico de las democracias de origen liberal: las cosas van bien (en este caso se traduciría por “puedo consumir”), luego se apoya al gobierno con el voto; las cosas van mal (“no puedo consumir”), se castiga al gobierno votando a la oposición. Es un silogismo sumamente funcional al capitalismo neoliberal. La responsabilidad recae siempre sobre los partidos políticos. El entramado económico queda a salvo. También la estructura del sistema. Los políticos son los fusibles que se cambian cuando hay descontento. Lo importante es que la instalación general quede incólume.
Es cierto que el descenso en los niveles de consumo ha influido decisivamente en las dos derrotas electorales consecutivas sufridas por los gobiernos progresistas (elecciones presidenciales argentinas en octubre de 2015 y legislativas venezolanas en diciembre de ese mismo año). Pero explicar esos resultados adversos únicamente a partir de la ecuación consumo/voto es excesivamente reduccionista. Además, como se ha dicho antes es una explicación que beneficia únicamente a la derecha.
El caso de Venezuela es el más adecuado para confrontar la hipótesis de la insatisfacción del consumo como causa única de la pérdida de apoyos. El país caribeño vive una situación económica compleja, marcada por la escasez de productos básicos y los precios exorbitados. A efectos de este artículo, poco importan las causas. La realidad es que el elector venezolano promedio tiene grandes dificultades en encontrar artículos esenciales y cuando los localiza suelen tener un coste astronómico. Ya no se trata de bienes y servicios suntuarios. Las necesidades han vuelto a su escala más primaria: comida y medicamentos.
De acuerdo con la tesis del automatismo electoral, el chavismo tendría que haber sufrido una auténtica debacle el pasado 6 de diciembre. En este escenario desfavorable, más de cinco millones y medio de personas renovaron su confianza en la apuesta bolivariana. Es cierto que se perdieron los comicios legislativos, pero una parte sustantiva de la población siguió respaldando a una opción política descarnadamente de izquierdas que habla sin ambages de poder popular, estado comunal, anticapitalismo y anti-imperialismo. Un bloque lo suficientemente amplio como para no dar por cerrado el periodo progresista en Venezuela.
¿Por qué millones de personas continuaron votando al chavismo a pesar del brusco frenazo en sus expectativas de consumo? Para hallar la respuesta hay que sumergirse en la estructura, toda vez que esta masa votante fue refractaria a la coyuntura negativa económica. De estos resultados se deduce que la sutil alfombra de la hegemonía ha venido deslizándose en todos estos años hasta instalar un nuevo sentido común en una buena parte de la sociedad venezolana. El neoliberalismo ya no tiene una tierra quemada a su disposición, como ocurrió en las décadas de los 80 y 90. Enfrente hay otra visión del mundo, antagónica antes que alternativa, que ha saltado de la especulación teórica para asentarse en el territorio de lo real.
Dicha visión surge a partir de múltiples factores. Entre ellos figura, obviamente, la capacidad que ha tenido la Revolución Bolivariana de satisfacer la demanda de consumo. Pero ni es la única causa ni tal vez la más importante. Millones de actos cotidianos han ido entrelazando el novedoso imaginario: desde la proliferación de tejido asociativo en lo más profundo del barrio hasta una pujante y heterodoxa reflexión intelectual; la revalorización de lo público frente a lo privado y de lo común frente a lo individual; la normalización de términos y categorías antes proscritos; la puesta en marcha, efectiva y concreta, de formas distintas de organización en lo político, lo económico, lo social y lo vital; la comprensión de las causalidades históricas; una comunicación diferente, tanto en la forma como en el contenido…
El chavismo puede perder elecciones en el corto plazo. Incluso las presidenciales, sin duda las más importantes por el nivel competencial de este cargo, incluido el manejo de los fondos públicos. Pero la guerra de movimientos, fulgurante y de ciclo corto, va a dar paso -de hecho, está ya dando paso- a una guerra de posiciones, sutil e inadvertida, de ciclo largo, en la que las batallas decisivas se libran, según la metáfora de Gramsci, en torno a alambradas y casamatas y no atacando directamente la fortaleza del Estado.
Los procesos progresistas latinoamericanos están en condiciones de librar esa batalla de largo aliento contra la restauración conservadora. Si su acción se hubiera limitado a la satisfacción del consumo, sus días estarían contados, bien por extinción o por cooptación, convirtiéndose en este último caso en partidos social-liberales funcionales al neoliberalismo en la misma medida en que lo ha hecho la antigua socialdemocracia europea. Pero su poso ha sido más profundo y no se ha basado sólo en ropa de marca, reproductores de DVD o teléfonos celulares.
*Alejandro Fierro es periodista español residente en Venezuela. Es investigador del CELAG.
Fuente: América Latina en Movimiento
Hermanos gemelos.
Por Emir Sader*
La estrecha alianza establecida entre los gobiernos de Argentina y Brasil a partir de la instalación de los gobiernos de Lula y Nestor Kirchner rompió con el largo proyecto norteamericano de afianzar su poder sobre el continente jugando a un pais en contra del otro. Incluso en los años 90, EE.UU. hacía que ese juego funcionara en la negociación de las deudas de los dos países –así como México–, impidiendo, con el beneplácito de los presidentes de entonces, que la coordinación de los más grandes deudores del continente los fortaleciera en contra del FMI, el Banco Mundial, el Club de Paris, y la Secretaria del Tesoro de EE.UU.
La alianza establecida entre Lula y Néstor Kirchner fué un hito en las relaciones entre los dos países. A partir de aquel momento, se asumieron como hermanos gemelos, con destinos e intereses comunes.
Entonces se fortaleció el Mercosur y se expandieron los procesos de integración regional hacia Unasur, el Banco del Sur, el Consejo Sudamericano de Defensa y el Celac.
Nunca EE.UU. estuvo tan aislado de Latinoamérica como a partir de aquel momento. Fue una marca notable en la historia del siglo XXI de nuestro continente. Los movimientos sociales, partidos de izquierda, gobernantes, intelectuales de los dos países, entidades como Clacso, Alas, entre tantas otras, se movieron de forma similar y coordinada, con la conciencia de cómo los procesos históricos de los dos países están articulados estructuralmente, de cómo los destinos de los dos países caminan irreversiblemente juntos. Quedó claro de que hacia dónde van Argentina y Brasil, va a ir America Latina.
No es un accidente que las operaciones de retorno de la derecha a los gobiernos de los dos países reciba un apoyo tan inmediato y entusiasta de Washington, con visitas y acuerdos de las autoridades norteamericanas, recibidas por los gobernantes de los dos países con la actitud subalterna que había caracterizado a esos países en gran parte del siglo pasado. EE.UU. tiene conciencia de lo que significa para sus planes internacionales romper el aislamiento que sufría en Latinoamérica y, al contrario, poder contar con gobiernos –por más antipopulares que sean, por más que sean producto de maniobras antidemocráticas– para debilitar al Mercosur, a Unasur, a Celac, y al mismo tiempo que dar oxígeno a la Alianza para el Pacifico.
Ese cambio en la correlación de fuerzas en la region, simultáneo, hace que el péndulo del continente tienda hacia el otro lado. El Mercosur siente los efectos de las trasformaciones, así como el clima político general en la región. Uruguay, Bolivia, Ecuador y Venezuela, reaccionan, de forma solidaria, concientes de cómo los cambios ponen en cuestión los destinos mismos del conjunto del continente.
En un libro que saldrá próximamente en varios países, con el título Las vías abiertas de America Latina, que yo coordiné, con analisis sobre Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay Venezuela, se abordan los procesos vividos por esos países en este siglo, como interpretación indispensable, hecha desde adentro de esos procesos, para enfrentar las crisis y buscar formas positivas de superación. Un analisis general de Alvaro García Linera da el marco general de la situación del continente, mientras que textos de Ricardo Forster, Manuel Canelas, Emir Sader, René Ramirez, Constanza Morera y Alfredo Serrano, enfocan la situación de cada país.
La conciencia de la naturaleza de la nueva situación enfrentada por el continente, así como la coordinación de los esfuerzos de todos los países, es condición indispensable para enfrentar la contraofensiva imperialista protagonizada por las derechas de nuestros países. La gran mayoría de las fuerzas que se oponen a los proyectos de restauración conservadora tienen conciencia de ello, aunque existan, absurdamente, quienes se suman a la lucha en contra del golpe en Brasil, pero no lo hacen hacía un gobierno absolutamente similar en sus intentos macabros, como el Mauricio Macri en Argentina.
Si hasta recién se ha avanzado de forma más o menos empírica en esos países, promoviendo los más grandes avances que hemos tenido simultáneamente en nuestra historia, ahora solo podremos seguir avanzando a partir de una conciencia clara de las razones por las que hemos logrado esos avances, cómo nos enfrentamos a los obstáculos impuestos por la derecha y de qué forma podremos construir un nuevo ciclo de avances, que sólo podrá se dar a partir de la coordinacion –politica, social, económica, intelectual– de los que nos jugamos, por entero, en todos los países, sin restricciones, para que América Latina retome el camino de la construcción de sociedades mas justas, solidarias, soberanas y humanistas.
*Emir Sader Simon es un sociólogo y politólogo brasileño.
Cinco preguntas sobre el golpe de Estado contra Dilma Rousseff.
El golpe de Estado contra la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, comenzó a gestarse en 2015, bajo la figura de juicio político conocido como impeachment, por haber supuestamente “maquillado” cuentas públicas a través de las llamadas “pedaladas fiscales”.
¿Quién estuvo detrás del golpe parlamentario contra la mandataria?
El pasado 12 de febrero del 2015, Eduardo Cuhna, en ese entonces presidente de la Cámara de Diputados y miembro del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), aceptó el pedido de apertura del proceso de destitución contra la presidenta Rousseff. Cunha aceptó la solicitud presentada por los abogados y juristas Hélio Bicudo, fundador del Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff, Miguel Reale Junior, exministro del Gobierno de Fernando Enrique Cardoso y Janaína Paschoal.
Posteriormente, en mayo del 2016 el Senado votó a favor del juicio político contra la mandataria, esto forzó la separación de su cargo por un periodo de 180 días.
Durante este período se analizaron las pruebas que supuestamente vinculaban a la presidenta apartada con las nombradas “pedaladas fiscales”, lo que supone que el Gobierno atrasó sistemáticamente el envío de recursos a los estatales Banco do Brasil, Caixa Económica Federal y Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), cantidades que supuestamente fueron utilizadas para pagar programas sociales antes de la reelección en el 2014.
Rousseff decidió en julio del 2016 no comparecer ante el Senado brasileño, debido, en parte, a la falta de pruebas sólidas sobre el supuesto crimen de responsabilidad del cual fue acusada.
Para entonces, un informe presentado por técnicos del Senado exculpaba a Rousseff de las acusaciones por maniobras fiscales, las cuales supusieron una de las causas que llevaron a la apertura del juicio político. Según el informe, no existía una acción directa que hubiera contribuido al atraso de 3,5 millones de reales (1 millón 036 mil 390 dólares) en pago a los bancos públicos por parte del Tesoro Nacional Brasileño.
¿Cuáles son los otros señalamientos hacia Rousseff?
Además de las “pedaladas fiscales”, práctica que permite mejorar de forma engañosa las cuentas del Gobierno Federal, elevando el gasto público para financiar programas sociales, Rousseff también fue acusada de dictar tres decretos sin aprobación legislativa, ignorando las metas fiscales aprobadas previamente por el Congreso, una estrategia contable que, según la defensa de Rousseff, fue utilizada anteriormente por varios Gobiernos que están en la oposición.
La denuncia original incluía denuncias de corrupción relacionadas con el fraude a Petrobras, que fueron excluidas por el entonces presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, quien se centró en las faltas fiscales. Sin embargo, la defensa de la presidenta apartada calificó el juicio político culminado este miércoles, 31 de agosto, como una “farsa” porque no se le probaron casos de corrupción vinculados al escándalo de Petrobras y los argumentos de la parte acusatoria eran “débiles”.
La defensa aseguró que Rousseff hubiera ganado el juicio en un tribunal “normal”.
¿Golpe de Estado o impeachment?
“Cuando una presidenta electa es juzgada bajo la acusación de un crimen que no cometió, el nombre que se le da a eso en el mundo democrático no es impeachment, es golpe”, sentenció en mayo pasado la primera Presidenta electa en Brasil.
Mientras que el abogado general de la República, José Eduardo Cardozo, ha reiterado que Rousseff no incurrió en delito de responsabilidad, por lo cual, no debería desarrollarse el proceso.
Durante su defensa del 12 de mayo, cuando el Senado aprobó el impeachment, Cardozo resaltó: “Se está cometiendo una injusticia histórica en la que procedimientos como el derecho de defensa son usados para dar legitimidad a un proceso que viola la Constitución”.
Asimismo, el abogado manifestó anteriormente que Rousseff no debió ser juzgada por el Congreso, dado el sistema presidencialista que hay en Brasil.
El especialista agregó que solo el Tribunal Supremo puede juzgar al presidente de la República, y añadió que no existe el juicio político “a menos que sea una situación muy grave”, un caso excepcional.
¿Qué sigue ahora para Rousseff?
Michael Mohallem, analista en la universidad FGV de Río de Janeiro, señaló que habrá una “lectura del proceso, usado como instrumento para favorecer a un grupo político, para llevar a Michel Temer y al PMDB al poder de un modo no tan legítimo como hubieran sido las urnas”.
Pero destacó que, por otra parte, la campaña mediática también intentará hacer ver a la mandataria como “una figura ambigua: va a ser vista como una villana desde el punto de vista de la gestión, como una mala gobernante, que no supo dialogar con el Congreso”.
Rousseff afirmó este miércoles en una rueda de prensa que recurrirá al Supremo Tribunal de Brasil para anular la decisión de llevar al poder al Michel Temer sin un solo voto popular a favor.
A pesar de haber sigo destituida, Rousseff podrá acceder a cargos públicos. Igualmente, Rousseff aseguró que para el PT “aún existen posibilidades de regresar al poder”.
A pesar de haber sido destituida por el Senado de Brasil no se conoce que hará la mandataria apartada. Rousseff actualmente continúa viviendo en el Palacio da Alvorada, el mismo que tendrá que desocupar próximamente, sin embargo, esto no tienen un tiempo establecido, por lo que se espera que la mandataria resida allí hasta que pueda regresar a su departamento en Porto Alegre.
¿Qué presidentes apoyaron el proceso de golpe parlamentario contra Rousseff?
A pesar de las protestas contra el golpe de Estado, reprimidas por la policía federal de Brasil, algunos jefes de Estado han mostrado su respaldo al proceso y han reconocido como legítimo al presidente interino Michel Temer.
El presidente de Argentina, Mauricio Macri, fue el primero en mostrar su “respeto” en relación al impeachment.
“Ante los sucesos registrados en Brasil el Gobierno argentino manifiesta que respeta el proceso institucional que se está desarrollando y confía en que el desenlace de la situación consolide la solidez de la democracia brasileña”, apuntó en un comunicado en mayo pasado.
Por su parte, el presidente de Paraguay, Horacio Cartes, ha mantenido diálogos con Temer sobre la presidencia pro témpore de Venezuela en el Mercado Común del Sur (Mercosur), situación a la cual se opone el paraguayo junto con Argentina.
Fue la oposición brasileña, liderada por el PSDB y el PMDB, que antiguamente formaba coalición con el Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff, los que respaldaron el juicio político.
Fuente: Telesurtv.net
Golpe de Estado en América Latina.
Por Pablo Ruiz*
Es muy largo consignar la historia de intervencionismo de la política exterior estadounidense en América Latina y todo el mundo. Hoy es un hecho que ha cambiado, su forma de operar, en correspondencia con los tiempos y sus complejidades.
Todo indica que al menos en América Latina, EEUU pasó del “hard power”, poder duro, al “smart power”, poder inteligente. Vale decir, EEUU seguirá defendiendo sus intereses pero ya no privilegiara la utilización de la violencia masiva, idealmente tampoco la intervención de las FFAA, y esta vez con un fuerte protagonismo, no de militares, sino de civiles que se identifiquen con su proyecto de sociedad neoliberal y defiendan los privilegios de la élite.
Hoy la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) y la Agencia de los EEUU para el Desarrollo Internacional (Usaid), entre otras iniciativas, juegan un papel muy importante, en conjunto con otras clásicas, como la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA), y la nueva Escuela de las Américas (WHINSEC, actualmente) que sigue dando adoctrinamiento a la mayoría de las FFAA de América Latina. En pocas palabras, el objetivo es el mismo, seguir defendiendo sus intereses.
En palabras de la presidenta legítima de Brasil, Dilma Rousseff: “En el pasado con las armas, y hoy con la retórica jurídica, nuevamente pretenden atentar contra la democracia y contra el estado de derecho”.
¿Para qué son los golpes de Estado?
Violentos o inteligentes, disfrazados de legalidad o no, los golpes de estado han sido el mecanismo que EEUU y las oligarquías nacionales utilizan para recuperar el poder cuando sectores progresistas o populares, por la vía de la democracia occidental, representativa, acceden al gobierno, y comienzan a realizar reformas sociales que buscan el bienestar de amplias mayorías. Entre estas medidas, la nacionalización de los recursos naturales es muy importante.
Bajo la retórica y las banderas de la defensa de la democracia y de la libertad, los golpes de estado y el intervencionismo estadounidense, nunca han perseguido esos grandes ideales. La historia ha demostrado todo lo contrario.
¿Democracia para quién?, solamente para quienes tengan el suficiente poder que da el dinero: las clases o sectores privilegiados de cada país, de los EEUU y sus empresas trasnacionales, que viven de la explotación de los recursos naturales de nuestros pueblos, que son bienes comunes de todos, y del dinero que genera el esfuerzo de los trabajadores.
Cuenta Peter Kornbluh, del National Security Archive en Washington, que el 15 de septiembre del 1973, varios días después del golpe de estado en Chile, contra Salvador Allende, Nixon llamó a Kissinger nuevamente.
– Nuestra mano se mantiene oculta en esto.
– No lo hicimos nosotros -responde Kissinger- Quiero decir, les ayudamos. Creamos las máximas condiciones posibles.
2002: Intento de golpe de estado en Venezuela
El 12 de abril del 2002 la oposición, con apoyo de los militares, consuma un golpe de estado en Venezuela sacando por la fuerza al Presidente Hugo Chávez.
En cadena nacional, el General Lucas Rincón, anunciaba que se le había solicitado la renuncia al Presidente y que este había aceptado. Sin embargo, Chávez había sido hecho prisionero.
Consumado el golpe, Pedro Carmona, acompañado de políticos de la ultraderecha venezolana y representantes de la Iglesia Católica, se auto juramenta como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
Una gran movilización popular se realiza alrededor del Palacio de Miraflores y militares leales rescatan al Presidente Hugo Chávez, democráticamente elegido, y en menos de 48 horas retoma el poder.
Dos años después, en el 2004, el gobierno venezolano denunció ante la OEA la injerencia del gobierno de EEUU y de organizaciones estadounidenses en el golpe de Estado; al mismo tiempo resolvió retirar a sus soldados del entrenamiento en la Escuela de las Américas. Entre los militares que encabezaron el intento de golpe de estado figuraba el general Efraín Vázquez graduado en esta academia militar.
El embajador venezolano ante la OEA, Jorge Valero, presentó una masa de documentos que demostraron la abierta intervención de EEUU en el golpe. “Funcionarios del Departamento de Estado y de la misión permanente de EEUU ante la OEA -señaló- realizaron el 12 de abril, tanto en el seno de esta organización como ante el cuerpo diplomático un intenso lobby destinado a justificar el golpe de Estado, mientras en Caracas el embajador de EEUU, Charles Shapiro, realizaba una visita de cortesía al dictador Pedro Carmona”.
A la fecha, siguen las operaciones intervencionistas contra Venezuela.
2004: golpe de estado en Haití
El 29 de febrero del 2004, el presidente electo de Haití, Jean-Bertrand Aristide, fue secuestrado por un comando de Fuerzas Especiales estadounidenses con el apoyo de Francia. Ante la opinión pública, se dijo que Aristide había renunciado voluntariamente.
“Bajo la amenaza de los fusiles M-16 -escribió Thierry Meyssan en Voltairenet- y en presencia de James B. Foley, embajador de los EEUU y de Thierry Burkard, embajador de Francia, Aristide habría firmado una declaración de demisión preparada con anticipación por los golpistas “a fin de evitar un baño de sangre”.
En realidad, se sabe actualmente que Aristide rechazó firmar tal documento y redactó más bien una unas pocas líneas sobre un papel a manera de despedida. Es después cuando las Fuerzas Especiales lo conducen al interior de un avión blanco, sin matrícula, con destino a Bangui, capital de la República Centroafricana, en donde lo esperan agentes franceses de la seguridad”.
El diario estadounidense The New York Time señaló entonces que “la administración Bush, que anteriormente había estado renuente a sugerir que un presidente electo renunciara, cambió su postura en los últimos días, por el aumento de la presión y, finalmente, instó encarecidamente a Aristide a renunciar”.
El mismo año, EEUU envío un alto contingente de marines a Haití. George W. Bush dijo: “El gobierno cree que es esencial que Haití tenga un futuro esperanzador. Este es el comienzo de un nuevo capítulo”. La realidad refuta este planteamiento.
2008: Intento de golpe de estado en Bolivia
El 11 de septiembre del 2008 se produce una masacre sangrienta, en el departamento de Pando, en Bolivia. Juan Ramón Quintana, ministro de la presidencia, señaló que este hecho fue “el corolario de una escalada de complot, conspiración y sedición cívico-prefectural” organizada con el apoyo de EEUU y frustrada “gracias a una enorme movilización social, a las decisiones del poder ejecutivo y, fundamentalmente, a la detención del prefecto de Pando, Leopoldo Fernández”.
Estamos asistiendo, dijo, “al mismo libreto” urdido cada vez que en nuestros países “se pretende instalar procesos de transformación profunda que tratan de recuperar la soberanía, la dignidad, los recursos naturales”.
“Tenemos que establecer una nueva agenda, nuevas reglas del juego para definir nuestra relación con los EEUU; una relación que ha estado empañada fundamentalmente por las acciones sediciosas del propio exembajador Philip Goldberg, a quien declaramos persona non grata, porque hemos advertido con la mayor objetividad que estuvo alentando esta espiral de violencia en Bolivia”, dijo Quintana.
Desde el 2008 a la fecha, en Bolivia se han registrado otros intentos por desestabilizar al gobierno encabezado por Evo Morales.
Recientemente, se han registrado enfrentamientos de algunas cooperativas mineras con las fuerzas de orden. El ministro boliviano Carlos Romero, indicó que estas son movilizaciones conspirativas y golpistas están “dirigidas a afectar a la institucionalidad del Estado y restituir el régimen de privatización de los recursos naturales”.
“El uso de cooperativas por parte de empresas trasnacionales para intentar privatizar y controlar los recursos mineros de Bolivia es el verdadero trasfondo de las recientes protestas violentas”, dijo Romero
2009: golpe de estado en Honduras
El 28 de junio del 2009 se produce un golpe de Estado en Honduras donde militares detienen al presidente Manuel Zelaya y lo expulsan a Costa Rica.
Dos de sus cabecillas, el Jefe del Estado Mayor Conjunto de Honduras, Romeo Vásquez y el Jefe de la Fuerza Aérea, General Luis Prince Suazo, son graduados de la Escuela de las Américas.
El gobierno de EEUU, mediante el portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, confirmó que la base militar de Soto Cano, en Palmerola, Honduras, donde opera la Fuerza Bravo de EEUU, con más de 800 oficiales y soldados norteamericanos, fue utilizada por los golpistas al sacar al presidente Manuel Zelaya del país.
“Latinoamérica entra con Chávez -dijo Zelaya a Telesur- en dos décadas de profundas reformas en el sistema y lógicamente tienen que detenerlas”.
2010: intento de golpe de estado en Ecuador
El 30 de septiembre del 2010, se produjo una protesta de policías y sectores militares en Ecuador. El presidente Rafael Correa acude al lugar de la protesta para hablar con los agentes sobre sus inquietudes salariales. Sin embargo, es agredido y secuestrado durante varias horas, en un hospital, siendo rescatado, finalmente, por Fuerzas Especiales, luego de un intenso tiroteo.
De acuerdo a la abogada Eva Golinger, “el 12 de julio del 2005, el jefe de comunicaciones de la División Estratégica de Desarrollo de la Usaid en Ecuador envió un correo electrónico a los otros representantes de la Usaid en Quito, expresando su preocupación por la influencia ´chavista` en Ecuador”.
Cinco años después, en el 2015, el presidente de Ecuador, Rafael Correa denunció nuevamente que sectores vinculados al ejército y la oposición tenían planes para tomar la sede del Poder Ejecutivo.
“A través de su cuenta de Twitter, Correa señaló a dos coroneles del ejército como cabezas de la conspiración. El primer apuntado fue Mario Pazmiño, un coronel retirado de las fuerzas armadas, ex jefe de Inteligencia, a quien vinculó como cercano a la Central de Inteligencia Norteamericana (CIA). En tanto, el otro personaje señalado fue el coronel César Carrión, quien revistaba como director del hospital policial donde el presidente estuvo secuestrado en el 2010”, informó Pagina12.
Recientemente, en julio pasado, María Augusta Calle, presidenta de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Asamblea Nacional del Ecuador, señaló a Radio del Sur que: “El Congreso de los EEUU aprobó un presupuesto de dos mil millones de dólares para fortalecer la democracia en Venezuela, Ecuador y Cuba. En esa propuesta, que se presentó para su aprobación por el Congreso, aparecía que tenían que dar resultados concretos en 180 días”.
La legisladora denunció que los actuales disturbios desatados por la oposición en Ecuador son el fruto de esta financiación estadounidense.
“Creo que están trabajando muy rápidamente para ver si al menos aquí en Ecuador logran romper el orden democrático”, agregó.
En una entrevista de Julian Assange al Presidente Correa este último expresó: “Vea, como dice Evo Morales, el único país que puede estar seguro que nunca va a tener golpes de estado es EEUU, porque no tiene embajada estadounidense”.
2012: golpe de estado en Paraguay
El 22 de junio del 2012, el Senado de Paraguay realizó un juicio “express” al Presidente Fernando Lugo destituyéndolo del cargo bajo el argumento de que era responsable de los enfrentamientos entre campesinos y policías, ocurridos días antes, en la localidad de Curuguaty, con un saldo de diecisiete muertos.
“Aquí no han destituido a Lugo, han destituido la democracia. No han respetado la voluntad popular”, dijo el ex mandatario.
En un reportaje publicado por CIPER, titulado, “Las claves de la destitución de Lugo en Paraguay: Los EEUU y el Impeachment”, se señala que: “El 22 de marzo del 2012, en una ceremonia en el Palacio Nacional, otro director del programa Umbral, el estadounidense Matthew Langhenry, recibió una medalla al mérito de la Policía Nacional paraguaya de manos de su comandante, Paulino Rojas, que durante un año y medio trabajó cerca de Usaid en el programa Umbral” que donó 2 millones de dólares en equipamiento a la policía.
“Rojas -señala la investigación- también había recibido entrenamiento por el FBI en un curso en Virginia en el 1998. Tres meses después, Paulino Rojas daría la orden de desalojo que llevó a la matanza de Curuguaty y a la deposición de Lugo”.
“La influencia norteamericana –dice el reportaje de CIPER- en Paraguay no es sólo un asunto diplomático. A través de donaciones administradas por Usaid de más de 100 millones de dólares (en cinco años) a empresas, ONG y órganos gubernamentales dificilísimos de monitorear, los norteamericanos se garantizaron su proximidad a diversas esferas de poder en Paraguay: “Actores políticos de todos los espectros nos buscan para oír consejos”, resumió la ex embajadora Liliana Ayalde en la misma relatoría confidencial. “Y nuestra influencia aquí es mucho mayor que nuestro rastro””.
2016: golpe de estado en Brasil
El 31 de agosto de 2016, luego de un “impeachment”, el Senado de Brasil destituyó formalmente a la Presidenta Dilma Rousseff, por 61 votos contra 20, por supuestos “crímenes de responsabilidad”.
Tres años antes, en septiembre del 2013, asumiría la embajada de EEUU en Brasil, Liliana Ayalde quien fue embajadora en Paraguay cuando el Senado realizó también un “impeachment” a Fernando Lugo, que lo destituyó.
Ayalde, con una larga experiencia, fue directora de la Usaid en Colombia, también estuvo en Guatemala, en los años ochenta, y en Nicaragua, en los noventa, fue también subsecretaria de estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, que cubre Cuba, América Central y el Caribe.
En el mismo mes, el periodista americano Glenn Greenwald, con acceso a los documentos del ex agente Edward Snowden, mostró documentos en los que se probaba que la Agencia Nacional de Seguridad de EEUU tenía interés y vigilaba las comunicaciones de la petrolera de Brasil, Petrobras.
También se informó entonces que las comunicaciones de la presidenta Dilma Rousseff estaban siendo monitoreadas por los EEUU. “En los informes, se incluía la pregunta “Brasil, ¿aliado, enemigo o problema?”.
Finalmente, el mismo día, 31 de agosto del 2016, en que el Senado de Brasil destituyó a la Presidenta Dilma Rousseff, llegó hasta las dependencias del Senado brasileño Michel Temer para tomar posesión de manera oficial como nuevo Presidente del país hasta el 31 de diciembre del 2018.
Temer, informó Wikileaks, habría sido “informante de inteligencia” de EEUU. De acuerdo a un cable de la embajada de EEUU, revelado en este sitio, Temer, habría sostenido reuniones con los diplomáticos estadounidenses en el 2006.
*Pablo Ruiz es periodista, editor de la revista El Derecho de Vivir en Paz
Fuente: Rebelión