EDITORIAL

En la Venezuela de hoy se decide el futuro de Nuestra América ( y II)

En nuestro anterior número comentamos como “…en medio de la muerte, el terror, el sabotaje y la destrucción, todo esto orquestado por los grupos paramilitares-gansteriles financiados por el imperialismo y la ultraderecha suramericana”, el gobierno venezolano tomó “…la valiente y riesgosa decisión de convocar a una Asamblea Constituyente”. Después de meses de amedrentamiento, zozobra, escases, asedio externo, desinformación…, llamar al pueblo a expresarse en las urnas para modificar la Constitución y con ello, fundamentalmente, buscar la paz mediante el reforzamiento de las leyes y blindar las medidas populares tomadas por la Revolución Bolivariana,  podría catalogarse hasta de temerario.

-¡Ahora si se volvieron locos!; oí decir a un colega periodista. Una gran confianza en la mayoría del pueblo mostraron los dirigentes bolivarianos y no les faltaban razones: ¿Una oposición basada en el terrorismo contaría con “líderes” de base capaces de ganar en las urnas la mayoría en una asamblea constituyente que les permitiera destruir la Constitución de 1999, a la que consideraban chavista-populista?

Resultaba obvio que tales “líderes” no podían existir entre aquellos que gracias al dinero, la droga, el apoyo extranjero…, intentan llevar al país a la guerra civil para facilitar una intervención extranjera. Esa oposición aspiraba a sustituir la Constitución de 1999 mediante una Asamblea Constituyente compuesta por los partidos políticos en la que la derecha tuviera mayoría.

Por ello, al invocar el presidente venezolano; Nicolás Maduro,  el Artículo 347 de la Constitución (“El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder, puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución”), la misma oposición que hasta ese momento tenía entre sus banderas sustituir la Constitución de 1999 pasó abruptamente a defenderla.

El imperialismo y la ultraderecha continental no esperaban esa valiente y riesgosa decisión pues lejos de intimidarse, la Revolución Bolivariana lanzó al mundo una señal que bien debiera y pudiera convertirse en uno de los fundamentos del socialismo: el poder originario. Más que preocupada, la reacción se sintió aterrorizada y es que con este paso en Venezuela se entregaría directamente el poder al pueblo, incluso por sobre su vanguardia revolucionaria.

Por primera vez en la historia, sin partidos ni agrupaciones políticas, el pueblo fue convocado a elegir dentro de la sociedad civil (desde obreros hasta empresarios, pasando por indígenas, estudiantes, campesinos, discapacitados,…) y sus comunidades (municipios) a aquellos que redactarán la Constitución por la que deberá regirse el país. Sin conciliábulos previos, ni burocracias, ni grupo de expertos que preparasen documentos a discutir, se entregaría a los constituyentistas el poder supremo del país, mientras estuviese sesionando, por sobre el resto de los poderes del Estado, incluso hasta del ejecutivo.

Conocedora de que carece de fuerza política y de que su poder, basado en el dinero, sólo radica en el terror y la intimidación, la oposición nucleada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) se negó a participar en los comicios, aunque fue expresamente invitada, alegando inconstitucionalidad (pese a estar contemplada en la Constitución) y con ello se auto condenó pues al escoger clara y públicamente el camino terrorista, de hecho se opuso a la paz y la estabilidad, máxima aspiración del pueblo.

Ya vimos en el número anterior como uno de su dirigentes, el señor Juan Requesens del partido ultraderechista Primero Justicia, desde la Florida, aullaba: “Hay gente que se molesta, pero señores el 16 de julio quedarían 14 días para la constituyente y ya no tenemos nada que perder”. “Para llegar a una intervención extranjera tenemos que pasar esta etapa”.

En los días previos a las elecciones el terror fascista alcanzó niveles inusitados: las muertes llegaron a 120, ocurrieron linchamientos, violaciones, casas marcadas (porque sus habitantes eran chavistas), personas desnudadas en las calles, los infelices quemados vivos llegaron a 29 (aumentaron de 7 a 9 los fallecidos por esa causa). No obstante, el fracaso al llamado a una huelga general, que se concretó sólo parcialmente en los municipios controlados por autoridades ultraderechistas, ya auguraba la carencia de apoyo que tendría la ultraderecha para impedir se efectuasen los comicios.

Así, ya en el desespero fascista, el propio día 30, cerca de 200 centros de votación fueron asediados por grupos extremistas, en varios municipios (entre ellos 5 del estado Táchira) no pudo efectuarse el proceso comicial, 180 máquinas electorales fueron quemadas, varias personas fueron asesinadas, entre ellas un militar, y 21 funcionarios públicos resultaron lesionados por arma de fuego en diferentes hechos violentos.

Aun cuando el Consejo Nacional Electoral creó centros de votación alternativos, donde pudieran ejercer su derecho los votantes de zonas asoladas por grupos paramilitares o aquellos que temieran las represalias posteriores de los fascistas, (muchos de ellos se vieron colmados y con interminables colas, como el instalado en el Poliedro de Caracas), se calcula que al menos 2 millones de personas no pudieron ejercer su derecho al voto como consecuencia del asedio y el sabotaje.

Horas de caminatas atravesando ríos y montañas, en un lluvioso día, tuvieron que enfrentar muchos para poder votar en centros de votación alternativos, ante la obstrucción de carreteras y las barricadas oposicionistas. ¡Que casualidad! Nada de ello fue convertido en “viral” por las redes sociales.

Cientos de periodistas extranjeros retornaron a sus países sin poder reportar el inicio de la  guerra civil que según los grandes medios de comunicación supuestamente iniciaría el chavismo; como es lógico, los profesionales de la prensa que por el contrario reportaron que la concurrida votación, en difíciles y en ocasiones peligrosas condiciones, lanzaba al mundo una clara señal de  la vocación de paz del pueblo venezolano, no vieron publicados sus criterios.

Por cierto, en esos días, en el exterior, la dictadura mediática jugó tan “brillantemente” su papel que uno de los pilares de la “gran prensa” española, El País, se vio obligado a pedir disculpas por haber señalado la foto de una concentración de apoyo al gobierno bolivariano como si fuera de la oposición.

Para estos comicios se inscribieron 54 414 candidaturas para elegir 545 constituyentistas: 18.976 territoriales (a elegir 364), 35.438 sectoriales (a elegir 173: 79 trabajadores, 5 empresarios, 5 personas con discapacidad, 28  pensionados, 8 campesinos y pescadores, 24 estudiantes y 24 de los consejos comunales y de las comunas), más 8 representantes indígenas elegidos de acuerdo a sus tradiciones, para completar los 545. Los rostros de veteranos combatientes como Diosdado Cabello y Cilia Flores, elegidos como constituyentistas, se ven rodeados ahora de nuevos luchadores.

Los resultados electorales demostraron que el imperialismo y la oposición ultraderechista cuentan con paramilitares, mafiosos y traficantes de drogas (fuerzas con las que apostaron a impedir por todos los medios las elecciones), pero no con el pueblo que en número de 8.089.320 logró ejercer su derecho al voto, para un 41,53 por ciento del padrón electoral (según cálculos 10 millones pudieran haberlo ejercido).

Para ejemplificar lo contundente de la victoria basta señalar que la mayor votación a favor de la Revolución Bolivariana la obtuvo Chávez, en 2012, con 8, 1 millones de sufragios, frente al derechista Enrique Capriles quien alcanzó 6 millones.

En lo interno, con estos resultados, la Revolución Bolivariana ha pasado de la defensiva a la ofensiva. Tan desconcertada quedó la ultraderecha que, desmoralizada, en su seno han surgido divisiones y pese a los llamados a protestar contra los resultados comiciales, las calles han retornada a la normalidad y a los actos convocados sólo asisten algunas decenas de personas, en buena medida “pacíficos manifestantes”, aunque encapuchados.

La agencia noticiosa estadounidense Associated Press tuvo que reconocer plañideramente, en un despacho fechado el 12 de agosto: “Unos cuantos cientos de detractores de Maduro marcharon el sábado por el este de Caracas en protesta por el reciente encarcelamiento de varios alcaldes de oposición. Las manifestaciones, que hace algunas semanas atrajeron a cientos de miles de personas (algo totalmente incierto, pues nunca lograron reunir esas cantidades a las que se hace referencia), han disminuido de tamaño desde que el gobierno tuvo éxito en la instalación de la Asamblea Constituyente”.

En lo externo, la caverna washingtoniana optó por echar a un lado todo vestigio de diplomacia y amenazar con blandir el garrote. El exjefe de la Exxon y actual secretario de Estado de EE.UU., Rex Tillerson, dijo que EE.UU. evalúa las opciones para que Maduro “…decida que no tiene futuro y deba marcharse por cuenta propia o podemos devolver los procesos del Gobierno a su Constitución”; la misma Constitución “chavista” que la ultraderecha de todo el Continente antes repudiaba.

Tras reunirse en su aristocrático club de golf de Bedminster (Nueva Jersey, EEUU) con Tillerson, su asesor de seguridad nacional, H. R. McMaster y su embajadora ante la ONU, Nikki Haley, tal vez disgustado por haber tenido que interrumpir sus vacaciones,  el presidente Trump abofeteó a toda Nuestra América: “Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluida una posible opción militar si es necesario”. “No voy a descartar una opción militar (…). Una opción militar es algo que, ciertamente, podemos perseguir”, subrayó  ante los periodistas.

Cínicamente agregó: “Tenemos tropas en todo el mundo, en lugares que están muy lejos. Venezuela no está muy lejos. Y la gente está sufriendo y están muriendo”.

Lo más oscuro de la maquinaria imperial reaccionó al unísono; aunque dijo no haber recibido aún órdenes presidenciales, el portavoz del Pentágono Eric Pahon declaró que ese organismo está “…preparado para ayudar al Gobierno para proteger nuestros intereses nacionales y nuestros ciudadanos”, si el Presidente hiciese esa petición.

La Agencia Central de Inteligencia (CIA) no podía quedarse atrás: “Los cubanos están allí, los rusos están allí, los iraníes y Hizbulah están allí. Es algo que tiene el riesgo de llegar a una situación muy, muy mala, así que Estados Unidos necesita tomarlo muy en serio”, declaró Mike Pompeo, director de la CIA, en una entrevista con Fox News Sunday.

Ante las amenazas de Trump contra la soberanía de Venezuela, la MUD tardó más de 2 días en dar a conocer su posición y cuando lo hizo, sin nombrar para nada al presidente de los Estados Unidos ni a sus injerencistas declaraciones –lo que la ha hundido más en el descrédito ante el pueblo-, rechazó “…la amenaza militar de cualquier potencia extranjera”,  no sin antes justificar indirectamente a la administración estadounidense y culpar al gobierno bolivariano y a Cuba de esas amenazas:  “La cúpula que tiene el poder en el país está sufriendo el repudio internacional y nos está aislando del resto del mundo, especialmente de países hermanos y vecinos que han sido nuestros aliados históricos”. “Venezuela tiene años intervenida militar y políticamente por Cuba no solo afectando nuestra soberanía e independencia, sino también constituyendo una de las principales causas de la violencia y la represión por parte del Gobierno”.

Al no haber podido concretar un golpe de estado, haberse alejado las posibilidades de iniciar una guerra civil y haber sufrido el descalabro político electoral, la extrema derecha a la vez que desconcertada está furiosa y agresiva.

En ese contexto la Revolución Bolivariana no ha perdido el tiempo para retomar la ofensiva en todos los frentes. Una de las primeras medidas de la extraordinaria y plenipotenciaria Asamblea Nacional Constituyente (ANC) –instalada el 4 de agosto y a la que durante dos años se le subordinarán todos los poderes, por lo que podrá depurar y reordenar todas las instituciones estatales-, fue la destitución, acusada de actos inmorales, de la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega, que desde hace meses propiciaba, en coordinación con la Asamblea Nacional (mayoritariamente oposicionista) un golpe de estado parlamentario-judicial, al estilo Brasil.

Ortega –que años atrás se presentaba como una fiel revolucionaria simpatizante de Hugo Chávez y tenaz luchadora contra la ultraderecha- está acusada, además, de convertir el Ministerio Público en un centro de extorsión y chantaje. El esposo de Ortega, Germán Ferrer, diputado a la Asamblea Nacional, a quien se le señala como jefe de esa red de extorsión, abrió recientemente cuentas en bancos de las Bahamas por más de 6 millones de dólares.

Tras huir de Venezuela, Ortega y Ferrer recibieron la protección oficial del presidente colombiano Juan Manuel Santos. Venezuela pedirá a Interpol una orden de captura contra ella; ya su esposo, Germán Ferrer enfrenta una orden de captura por liderar una red de extorsión a corruptos empresarios petroleros. Triste el papel de protector de delincuentes comunes convertidos en “héroes perseguidos” que decidió asumir el premio Novel de la Paz Juan Manuel Santos.

Por su parte, el nuevo fiscal general, Tarek Saab, se encuentra enfrascado en depurar la corrupción sembrada por Ortega en el Ministerio Público.

En otro golpe de mano en busca de la paz, la ANC tomó el acuerdo de adelantar para octubre las elecciones a efectuarse en diciembre para gobernadores y  legisladores estaduales de los 23 estados que conforman el territorio de Venezuela. La oposición agrupada en la MUD, que hasta ahora se negaba a participar en elecciones y sólo apostaba al derrocamiento del gobierno, apabullada por la victoria oficialista en las elecciones para la ANC, se ha dividido entre los que decidieron retomar  la vía democrática, aunque sea por un problema táctico,  y los continuadores de la línea terrorista.

Los primeros, que ya corrieron a inscribir candidatos en las 23 entidades federales y desean recuperar espacios que perdieron a manos de los chavistas en las elecciones de 2012, enfrentarán ante sus electores un gran problema ético: después de negarse a participar en elecciones, de desconocer la autoridad de la ANC  y del Consejo Nacional Electoral (CNE) -lo que provocó alrededor de 120 muertes, más de mil heridos, millonarias pérdidas económicas y puso en peligro la independencia del país como consecuencia de una posible agresión imperialista-, ahora competirán en unas elecciones ordenadas por la ANC y regenteadas por el CNE.

Lo que sí parece seguro es que la ANC, investida de plenos poderes, vetará la participación de los candidatos que hayan llamado a la violencia, a fin de sentar el precedente de que todas las vías pasan por los votos y no por las balas.

Por su parte, en respuesta a las amenazas militares de Donald Trump, en lo interno el presidente Nicolás Maduro ordenó a las Fuerzas Armadas la organización el 26 y 27 de agosto de maniobras militares en coordinación con civiles, lo que fortalece el proceso revolucionario bolivariano y pone también en manos del pueblo la defensa del país.

En lo externo, además de solicitar la convocatoria de una cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) -organización a la que como sabemos no pertenecen los EE.UU. y Canadá y donde la mayoría de los estados miembros están en contra de la injerencia en los asuntos internos de Venezuela-, Maduro propinó un golpe de efecto al llamar por teléfono al propio presidente Trump a fin de solicitar conversar en forma civilizada, lo que no fue aceptado, alegando que Venezuela ha devenido en una dictadura.  Maduro anunció que ante la negativa a conversar, le enviará una carta para intentar iniciar un diálogo respetuoso.

Hasta el momento de redactar estas líneas la Asamblea Nacional es el único de los cinco poderes reconocidos en la Constitución venezolana que se negó a subordinarse a la Constituyente; ya lo hicieron el Ejecutivo, Nicolás Maduro, y los titulares  de los poderes Judicial, Electoral y Ciudadano.

Ante la negativa de la Dirección de la Asamblea Nacional a subordinarse, pese a que el Artículo 349 de la actual Constitución, que ahora tanto defiende la oposición, establece que los poderes constituidos “… no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente”, la ANC decidió que asumirá competencias legislativas en materias “…dirigidas directamente a garantizar la preservación de la paz, la seguridad, la soberanía, el sistema socioeconómico y financiero, los bienes del Estado y la preeminencia de los derechos de los venezolanos”, con lo que se priva a la ultraderecha fascista de la facultad de legislar en materias que comprometen la seguridad del país.

Sin dudas, estamos en un momento en que la iniciativa ha sido retomada por la Revolución Bolivariana y ante ese reforzamiento, el imperialismo ha puesto públicamente sobre la mesa la opción militar, que obviamente siempre ha barajado como posible. No podemos perder de vista que en lo que Estados Unidos considera su “patio trasero” existe un país llamado Venezuela, con las mayores reservas confirmadas de petróleo en el mundo, grandes reservas de minerales (como el coltán), enormes reservas de agua… y lo que es muy grave para su élite: representa un ejemplo de dignidad para toda Nuestra América.

No obstante, pese a la abierta amenaza y de que al respecto no cabe la menor subvaloración, pues el imperialismo y la ultraderecha de todo el Continente están muy comprometidos en el empeño de destruir a la Revolución Bolivariana, no creemos llegado el momento para una intervención directa de Estados Unidos en Venezuela. El rechazo en toda Latinoamérica sería enorme, el imperio podría afrontar por primera vez en su historia, una guerra de desgaste en su propio Continente y  algunos de sus  gobernantes incondicionales, como el colombiano Juan Manuel Santos tendrían que enfrentar oleadas de inmigrantes, incluyendo a millones de colombianos que viven en Venezuela.

De hecho ya el imperialismo interviene militarmente en Venezuela a través del apoyo de todo tipo a la ultraderecha y sus grupos paramilitares y antes de lanzarse en una aventura que le puede resultar muy costosa podría ensayar otras formas que bien pudieran ser provocar conflictos fronterizos con sus vecinos: Colombia, Brasil y Guyana, para luego presentarse como salvadores de los presuntos agredidos.

Igualmente, el imperialismo y la ultraderecha no prescindirán de los grupos paramilitares que aunque por el momento se han retirado de las calles hacen acto de presencia, encapuchados y con armas largas, en las redes sociales para anunciar próximas confrontaciones; podrían utilizarlos en una guerra de desgaste contra la Revolución.

Continuarán los sabotajes, la guerra mediática, los intentos de aislar a Venezuela y de ahogarla económicamente. Continuarán en la búsqueda de nuevos Pinochet.

A su vez, los bríos retomados por la Revolución Bolivariana que hacen vislumbrar una contundente victoria electoral el próximo octubre, ante una oposición desmoralizada y dividida,  puede servir de pretexto para volver a “cantar” fraude y reiniciar el terrorismo.

Tal vez esa sea la causa por la que una buena parte de los partidos de ultraderecha aglutinados en la MUD han decidido participar en los comicios. A fin de cuentas ya los Estados Unidos, sus súbditos de la Comunidad Económica Europea y desgraciadamente algunos inescrupulosos gobernantes de derecha latinoamericanos, no han reconocido ni a la Asamblea Nacional Constituyente, ni a las elecciones que le dieron vida. Si la ultraderecha es ampliamente derrotada harán lo que siempre han hecho: “cantar” fraude.

En la Venezuela de hoy, y también en la del mañana, se decide el futuro de Nuestra América. Acompañemos a los hermanos y hermanas de Venezuela.

Eddy E. Jiménez

TITULARES

11 tesis sobre Venezuela y una conclusión escarmentada. Por Juan Carlos Monedero

-La oposición está metida en un “trancazo”. Por Clodovaldo Hernández

 -Mapa de la derrota de la derecha venezolana. Por Marco Teruggi

 

11 tesis sobre Venezuela y una conclusión escarmentada

Por Juan Carlos Monedero

Y se empeñaba en repetir lo mismo: “Esto no es como en una guerra… En una batalla tienes el enemigo delante… Aquí, el peligro no tiene rostro ni horario”. Se negaba a tomar somníferos o calmantes: “No quiero que me agarren dormido o amodorrado. Si vienen por mí, me defenderé, gritaré, tiraré los muebles por la ventana… Armaré un escándalo…”

-Alejo Carpentier, La consagración de la primavera

 

  1. Es indudable que Nicolás Maduro no es Allende. Tampoco es Chávez. Pero los que dieron el golpe contra Allende y contra Chávez son, y eso también es indudable, los mismos que ahora están buscando un golpe en Venezuela.
  2. Los enemigos de tus enemigos no son tus amigos. Puede no gustarte Maduro sin que eso implique olvidar que ningún demócrata puede ponerse al lado de los golpistas que inventaron los escuadrones de la muerte, los vuelos de la muerte, el paramilitarismo, el asesinato de la cultura, la operación Cóndor, las masacres de campesinos e indígenas, el robo de los recursos públicos. Es comprensible que haya gente que no quiera ponerse del lado de Maduro, pero conviene pensar que en el lado que apoya a los golpistas están, en Europa, los políticos corruptos, los periodistas mercenarios, los nostálgicos del franquismo, los empresarios sin escrúpulos, los vendedores de armas, los que defienden los ajustes económicos, los que celebran el neoliberalismo. No todos los que critican a Maduro defienden esas posiciones políticas. Conozco gente honesta que no soporta lo que está pasando ahora mismo en Venezuela. Pero es evidente que del lado de los que están buscando un golpe militar en ese país están los que siempre apoyaron los golpes militares en América Latina o los que priman sus negocios por encima del respeto a la democracia. Los medios de comunicación que están preparando la guerra civil en Venezuela son los mismos conglomerados mediáticos que vendieron que en Irak había armas de destrucción masiva, que nos venden que hay que rescatar a los bancos con dinero público o que defienden que la orgía de los millonarios y los corruptos hay que pagarla entre todos con recortes y privatizaciones. Saber que se comparte trinchera con semejante gente debiera llamar a la reflexión. La violencia siempre debe ser la línea roja que no debe traspasarse. No tiene sentido que el odio a Maduro ponga a nadie decente al lado de los enemigos de los pueblos.
  3. Maduro heredó un papel muy difícil -gestionar Venezuela en un momento de caída de los precios del petróleo y de regreso de Estados Unidos a Latinoamérica después de la terrible aventura en Oriente Medio- y una misión imposible -sustituir a Chávez-. La muerte de Chávez privó a Venezuela y a América Latina de un líder capaz de poner en marcha políticas que han sacado de la pobreza a 70 millones de personas en el continente. Chávez entendió que la democracia en un solo país era imposible y puso sus recursos, en un momento de bonanza gracias a la recuperación de la OPEP, para que se iniciara la etapa más luminosa de las últimas décadas en el continente: Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia, Kirchner en Argentina, Lugo en Paraguay, Mujica en Uruguay, Funes en El Salvador, Petro en Bogot á e incluso Bachelet en Chile referenciaban esa nueva etapa. La educación y la salud llegaron a los sectores populares, se completó la alfabetización, se construyeron viviendas públicas, nuevas infraestructuras, transportes públicos (después de la privatización de los mismos o la venta y cierre de los trenes), se frenó la dependencia del FMI, se debilitó el lazo con los Estados Unidos creándose la UNASUR y la CELAC.

También hay sombras, principalmente vinculadas a la debilidad estatal y a la corrupción. Pero haría falta un siglo para que los casos de corrupción en los gobiernos progresistas de América Latina sumen, por citar sólo un asunto, el coste de la corrupción que significa el rescate bancario. La propaganda de los dueños de la propaganda terminan logrando que el oprimido ame al opresor. Nunca desde la demonización de Fidel Castro fue ningún líder latinoamericano tan vilipendiado como Chávez. Para repartir entre los pobres, hubo que decirle a los ricos, de América y también de Europa, que tenían que ganar un poco menos. Nunca lo toleraron, lo que puede entenderse, especialmente en España, donde, en mitad de la crisis, responsables económicos y políticos del Partido Popular robaban a manos llenas al tiempo que decí an a la gente que tenía que apretarse el cinturón ¿Iba Chávez ese “gorila” a frenarles sus negocios? Desde que ganó las primeras elecciones en 1998, Chávez tuvo que enfrentarse a numerosos intentos de derribarlo. Por supuesto, con la inestimable ayuda de la derecha española, primero con Aznar, luego con Rajoy, y la ya conocida participación de Felipe González como lobbista de grandes capitales. (Es curioso que el mismo Aznar que hizo negocios con Venezuela y con Libia luego se convirtió en ejecutor cuando se lo ordenaron. Gadafi incluso le regaló a Aznar un caballo. Pablo Casado fue el asistente de Aznar en esa operación. Luego, cosas de la derecha, celebraron su asesinato).

  1. Chávez no legó a Maduro los equilibrios nacionales y regionales que construyó, que eran políticos, económicos y territoriales. Eran una construcción personal en un país que salía de tasas de pobreza del 60% de la población cuando llegó Chávez al gobierno. Hay cambios que necesitan una generación. Ahí es donde la oposición pretende estrangular a Maduro, con problemas mal resueltos como las importaciones, los dólares preferenciales o las dificultades para frenar la corrupción que desembocan en desabastecimiento. Sin embargo, Maduro supo reeditar el acuerdo “cívico-militar” que tanto molesta a los amigos del golpismo. Algo evidente, pues Estados Unidos siempre ha dado los golpes buscando apoyos en militares autóctonos mercenarios o desertores.

El ejército en América Latina solo se entiende en relación con Estados Unidos. Les han formado, sea en tácticas de tortura o en “lucha contrainsurgente”, sea en el uso de las armas que les venden o en el respeto debido a los intereses norteamericanos. En Venezuela, los mismos que formaron a los asesinos de la Escuela Mecánica de la Armada argentina o que sostuvieron al asesino Pinochet lo tienen complicado (el asalto por parte de mercenarios vestidos de militares a un cuartel en Carabobo buscaba construir la sensación de fisuras en el ejército, algo que a día de hoy no parece que exista). Igual que ha comprado militares, Estados Unidos siempre ha comprado jueces, periodistas, profesores, diputados, senadores, presidentes, sicarios y a quien hiciera falta para mantener a América como su “patio trasero”. El cártel mediático internacional siempre le ha cubierto las espaldas. Es la existencia de Estados Unidos como imperio lo que ha construido el ejército venezolano. Los nuevos oficiales se han formado en el discurso democrático soberano y antiimperialista. Son mayoría. Hay también una oficialidad -la mayoría ya jubilándose- que se formó en la vieja escuela y sus razones para defender la Constitución venezolana serán más particulares. Las deficiencias del Estado venezolano afectan también al ejército, aún más en zonas problemáticas como las fronteras. Pero los cuarteles en Venezuela están con el Presidente constitucional. Y por eso es aún más patético escuchar al demócrata Felipe González pedir a los militares venezolanos que den un golpe contra el gobierno de Nicolás Maduro.

  1. A esas dificultades de heredar los equilibrios estatales y los acuerdos en la región (la amistad de Chávez con los Kirchner, con Lula, con Evo, con Correa, con Lugo), hay que añadir que la pugna de Arabia Saudí con el fracking y con Rusia, hundió los precios del petróleo, principal riqueza de Venezuela. Esta inesperada caída del precio del petróleo colocó al gobierno de Maduro en una situación complicada (es el problema de los “monocultivos”. Basta para entenderlo pensar qué ocurriría en España si se hundiera un 80% el turismo por causas ajenas a ningún gobierno. ¿Sacaría Rajoy siete u ocho millones de votos en una situación así?). Maduro ha tenido que reconstruir los equilibrios de poder en un momento de crisis económica brutal.
  2. La oposición en Venezuela lleva intentando dar un golpe de Estado desde el mismo día que ganó Chávez. Venezuela fue el mascarón de proa del cambio continental. Acabar con Venezuela es abrir la espita para que ocurra lo mismo en los sitios donde aún no ha regresado el neoliberalismo. A las oligarquías les molestan los símbolos que debilitan sus puntos de vista. Pasó con la II República en 1936, pasó en Chile con Allende en 1973. Acabar con la Venezuela chavista es regresar a la hegemonía neoliberal e, incluso, a las tentaciones dictatoriales de los años setenta.
  3. Venezuela tiene además las reservas de petróleo más grandes del mundo, agua, biodiversidad, el Amazonas, oro, coltán -quizá la reserva más grande del mundo de coltán-. Los mismos que han llevado la destrucción a Siria, a Irak o a Libia para robarles el petróleo, quieren hacer lo mismo en Venezuela. Necesitan ganarse previamente a la opinión pública para que el robo no sea tan evidente. Necesitan reproducir en Venezuela la misma estrategia que construyeron cuando hablaban de armas de destrucción masiva en Irak. ¿O no se creyó mucha gente honesta que había armas de destrucción masiva en Irak? Hoy, aquel país antaño próspero es una ruina. Quien se creyó aquellas mentiras del PP, que mire cómo está hoy Mosul. Enhorabuena a los ingenuos. Las mentiras siguen todos los días. La oposición puso una bomba al paso de policías en Caracas y todos los medios impresos publicaron la foto como si la responsabilidad fuera de Maduro. Un helicóptero robado lanzó granadas contra el Tribunal Supremo y los medios lo silencias. Son actos terroristas. De esos que abren portadas y los telediarios. Salvo cuando suceden en Venezuela. Un referéndum ilegal en Venezuela “presiona al régimen hasta el límite”. Un referéndum ilegal en Catalunya es un acto cercano al delito de sedición.
  4. El cártel mediático internacional ha encontrado un filón. Se trata de una reedición del miedo ante la Rusia comunista, la Cuba dictatorial o el terrorismo internacional (nunca dirán que el ISIS es una construcción occidental financiada con capital norteamericano principalmente). Venezuela se ha convertido en el nuevo demonio. Así se les permite acusar de “chavistas” a los adversarios y les evita hablar de la corrupción, del vaciamiento de las pensiones, de la privatización de los hospitales, las escuelas y las universidades o de los rescates bancarios. Mélenchon, Corbyn, Sanders, Podemos o cualquier fuerza de cambio en América Latina son descalificados con la acusación de chavistas, ahora que acusar de comunistas o de etarras tiene poco recorrido. El periodismo mercenario lleva años con esa estrategia. Nadie nunca ha explicado qu&eacu te; política genuinamente bolivariana va en los programas de los partidos de cambio. Pero da lo mismo. Lo importante es difamar.Y gente de buena voluntad termina creyendo que hay armas de destrucción masiva o que Venezuela es una dictadura donde, curiosamente, todos los días la oposición se manifiesta (incluso atacando instalaciones militares), donde los medios critican libremente a Maduro (no como en Arabia Saudí, Marruecos o Estados Unidos) o donde la oposición gobierna en alcaldías y regiones. Es la misma táctica que construyó durante la guerra fría el “peligro comunista”. Por eso en España, con Venezuela, tenemos una nueva Comunidad Autónoma de la que solamente falta que nos digan al final de los telediario el tiempo que va a hacer en Caracas ese día. De cada cien veces que se dice “Venezuela”, noventa y cinco sólo buscan distraer, ocultar o mentir.
  5. Venezuela tiene un problema histórico que no ha resuelto. Al carecer de minas durante la colonia, no fue un Virreinato, sino una simple capitanía general. El siglo XIX fue una guerra civil permanente, y en el siglo XX, cuando se empezó a construir el Estado, ya tenían petróleo. El Estado venezolano siempre ha sido rentista, carente de eficacia, agujereado por la corrupción y rehén de las necesidades económicas de los Estados Unidos acordadas con las oligarquías locales. El choque entre la Asamblea y la jefatura del Estado actual debiera haberse zanjado jurídicamente. Señales de la ineficiencia vienen siendo evidentes desde hace tiempo. El rentismo venezolano no se ha superado. Venezuela redistribuyó la renta del petróleo entre los más humildes, pero no ha superado esa cultura política rentista ni ha mejorado el funcionamiento de su estado. Pero no nos engañemos. Brasil tiene una estructura jurídica más consolidada y el Parlamento y algunos jueces han dado un golpe de Estado contra Dilma Roussef. Donald Trump puede cambiar a la Fiscal General y no pasa nada, pero si lo hace Maduro, Jefe del Estado igualmente elegido en unas elecciones, se le acusa de dictador. Una parte de las críticas a Maduro son tramposas porque olvidan que Venezuela es un sistema presidencialista. Es por eso que la Constitución permite al Presidente convocar una Asamblea Constituyente. Gustará más o menos, pero el artículo 348 de la Constitución vigente de Venezuela faculta al Presidente en esa tarea, igual que en España el Presidente del Gobierno puede disolver el Parlamento.
  6. Zapatero y otros ex Presidentes, el Papa, Naciones Unidas vienen pidiendo a ambas partes en Venezuela que dialoguen. La oposición reunió en torno a siete millones de votos (si bien es más complicado que puedan llegar a ese acuerdo en torno a un candidato o candidata a la Presidencia del país). Maduro, en un contexto regional muy complicado, con fuertes estrecheces económicas que afectan a la compra de insumos básicos, incluidas medicinas, ha juntado ocho millones de votos (aunque sean siete, según las declaraciones tan sospechosas del Presidente de Smarmatic, que acaba de firmar un contrato millonario en Colombia). Venezuela está claramente dividida. La oposición, como otras veces, ha optado por la violencia y luego no entiende que Maduro sume tantos millones de apoyos. Si en España un grupo quemase centros de salud, quemase escuelas, disparara contra el Tribunal Su premo, asaltara cuarteles, contratara a marginales para sembrar el terror, impidiese con formas de lucha callejera el tránsito e, incluso, quemase vivas a personas por pensar diferente ¿alguien se extrañaría que la ciudadanía votase en la dirección contraria a esos locos?
  7. Fracasada la vía violenta, a la oposición venezolana le quedan dos posibilidades: seguir con la vía insurreccional, alentada por el Partido Popular, Donald Trump y la extrema derecha internacional, o intentar ganar en las urnas. Estados Unidos sigue presionando (en declaraciones a un semanario uruguayo, el Presidente Tabaré dijo que votó para expulsar ilegalmente a Venezuela del Mercosur por miedo a las represalias de los países grandes). 57 países de Naciones Unidas han exigido que se respete la soberanía de Venezuela. Como Estados Unidos no logra mayoría para forzar a Venezuela, insiste en inventar espacios (como la Declaración de Lima, sin ninguna fuerza jurídica porque no han conseguido mayoría en la OEA). La derecha mundial quiere acabar con Venezuela, aunque eso le cueste sangre y fuego a la población venezolana. Por eso algunos opositores , como Henry Ramos-Allup, han llamado al fin de la violencia. Venezuela tiene en el horizonte elecciones municipales y regionales. Es el escenario donde la oposición debiera demostrar esa mayoría que reclaman. Venezuela tiene que convocar esas elecciones y es una oportunidad excelente para medir electoralmente las fuerzas. Porque, de lo contrario, el choque que estamos viendo se enquistará y se convertirá en una gangrena terrible.

¿A quién le interesa una guerra civil en Venezuela? No nos engañemos. Ni al PP ni a Trump le interesan los derechos humanos. Si así fuera romperían con Arabia Saudí, que va a decapitar a quince jóvenes por manifestarse durante la Primavera Árabe, o dan latigazos a las mujeres que conducen; o con Colombia, donde van 150 asesinados por los paramilitares en los últimos meses; o en México, donde se asesina cada mes a algún periodista y aparecen fosas comunes con decenas de cadáveres. Penas de 75 años están pidiendo en Estados Unidos contra manifestantes contra las políticas de Trump. Venezuela se ha convertido en España en la 18 Comunidad Autónoma sólo porque el Presidente Rajoy ha tenido que comparecer como testigo por la corrupción en su partido. Es más airoso hablar de Venezuela que de la corrupci&oacu te;n de los 800 cargos del PP imputados. Hay ingenuos que les creen. ¿Qué dirán ahora que el grueso de la oposición ha aceptado participar en las elecciones regionales? El pacto entre el PSOE y Podemos en Castilla-La Mancha ha sido presentado por la derecha manchega como el comienzo de la venezonalización de España. Cuánta caradura y cuánta estupidez. Hay gente que les cree. Mientras, el PP guarda silencio ante, por ejemplo, las persecuciones que la dictadura monárquica marroquí hace en España de los disidentes políticos, o encarcela por orden del dictador Erdogan a un periodista crítico con la dictadura turca. ¿Nos va a decir alguien que a estos gobiernos les interesan los derechos humanos?

Conclusión: no hace falta comulgar, ni mucho menos, con Maduro y su manera de hacer las cosas, para no aceptar el golpe de Estado que se quiere construir en Venezuela. Estamos hablando de no volver a cometer los mismos errores creyéndonos las mentiras que construyen los medios. Venezuela tiene que solventar sus problemas dialogando. Y es evidente que tiene problemas. Pero dos mitades enfrentadas no van a ningún lado monologando. Aunque a una parte le apoyen los países más poderosos del ámbito neoliberal. Ni el PP ni la derecha quieren diálogo. Quieren que Maduro se entregue. ¿Y cree alguien que los ocho millones de votantes de la Asamblea Constituyente se iban a quedar de brazos cruzados? El nuevo gobierno les reprimiría e, incluso, les asesinaría. Los medios dirían que la democracia venezolana se estaría defendiendo de los enemigos de la democracia. Y volvería a haber gente ingénua que les creería. Desde el resto del mundo, en nombre de la democracia, bastan dos cosas: exigir y alentar el diálogo en Venezuela, y entender que sería bueno no permitir ni al PP ni a las derechas internacionales, empezando por Donald Trump, reeditar una de sus miserias más horribles que consiste en sembrar dolor en otros sitios para ocultar el dolor que construyen en nuestros propios países.

Fuente: Público.es

La oposición está metida en un “trancazo”

Por Clodovaldo Hernández

Como en tantas otras confrontaciones (desde guerras hasta torneos de naipes, pasando por los deportes), a veces los participantes se encierran a sí mismos en calles ciegas. La oposición “venezolana” (bueno, es un decir) se encuentra actualmente en una de esas situaciones, lo cual no deja de resultar irónico en un movimiento político que ha puesto de moda los llamados “trancazos” de vías públicas.

Luego de haberse quedado al margen de los comicios para la Asamblea Nacional Constituyente y de acusar al Consejo Nacional Electoral de haber ejecutado un fraude, tendrá que decidir si se somete o no a ese mismo árbitro con miras a las elecciones de gobernadores.

Los plazos, además, son implacables. Deben asumir una posición esta misma semana, puesto que, según el cronograma electoral vigente (el mismo que la alianza opositora exigió a gritos), los candidatos a las gobernaciones deben inscribirse el 7 de agosto. El escenario electoral está que echa chispas.

Jorge Rodríguez, vocero del chavismo en el recién concluido proceso electoral, puso el dedo en la llaga al indicar que la Mesa de la Unidad Democrática tendrá que decidir si anota o no sus candidatos ante el CNE. En caso de que lo haga, advirtió, estarán avalando los resultados emitidos por el organismo electoral para la ANC; si no se inscriben, dejarán nuevamente el campo libre para que las fuerzas revolucionarias copen el escenario regional en los comicios del 10 de diciembre. Una situación de no ganancia, un verdadero trancazo autoinfligido.

Rodríguez, quien obviamente disfruta mucho poniendo a la oposición ante sus propias contradicciones, había hecho una observación previa al respecto: la MUD se había declarado en desobediencia total, llegando incluso a designar unos supuestos nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, pero no se metió con el CNE. No lo hicieron, según Rodríguez, porque algunos de los partidos que integran la alianza están muy interesados en inscribir sus candidatos a las gobernaciones y no se comprendería que lo hicieran ante un organismo al que, de manera paralela, están desconociendo abiertamente.

Este es uno de los puntos clave del dilema de la coalición opositora: el interés por las regionales es más de unos partidos que de otros. Entre los dolientes están Acción Democrática, varios cuadros de Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y los movimientos que respaldan a los actuales gobernadores de Lara y Amazonas, Avanzada Progresista (de Henri Falcón) y Movimiento Progresista de Venezuela (de Liborio Guarulla). Otro sector de Primero Justicia, los partidos del ala pirómana (Voluntad Popular, Vente Venezuela, Alianza Bravo Pueblo) y los que no tienen candidatos a gobernador con chance (el resto de la MUD), optan por seguir en la línea de desobediencia y no participación electoral. ¿Cuál postura se impondrá?

Como ya se ha hecho frecuente, cualquiera sea la decisión que tomen, una parte de la dirigencia y militancia opositora quedará descontenta y sentirá que la dirección es errática. Mientras tanto, el chavismo, acicateado por el reciente resultado positivo, podrá enfocarse en ese siguiente proceso electoral, aunque, lógicamente, tendrá que superar las típicas confrontaciones internas por los liderazgos estadales.

Otras elecciones en perspectiva

Más allá de las elecciones regionales, están en perspectiva otros dos procesos electorales cruciales: el referendo aprobatorio de la nueva versión de la Constitución Nacional Bolivariana que surja de la ANC y las elecciones presidenciales de 2018.

El momento de la primera consulta dependerá, naturalmente, de cuánto tiempo le tome a la ANC realizar el trabajo que tiene por delante. En 1999, la ANC se instaló en agosto y ya en diciembre tenía listo el proyecto de Constitución. Sin embargo, hay que considerar que el cuerpo deliberante elegido el domingo es mucho más voluminoso (545 miembros frente a 131 de su antecesora de 1999), lo que hace suponer que requerirá de más tiempo, aunque solo sea para las intervenciones en plenarias. Adicionalmente, se sabe que la ANC asumirá una serie de tareas extras, adicionales a la elaboración del nuevo texto constitucional, tales como la aprobación de leyes constitucionales y la investigación de la violencia política (Comisión de la Verdad). Un cálculo somero indica que el referendo sobre la nueva Carta Magna podría realizarse a principio s o mediados de 2018.

Para la oposición sería fundamental participar en ese proceso electoral aún hipotético, pues brindaría la oportunidad de anular las modificaciones hechas por la ANC a la Constitución y deslegitimar las otras decisiones que haya tomado. Igualmente, en medio del ambiente electoral presidencial, una victoria en una elección como esa podría tener el efecto fulminante que la MUD tantas veces ha pretendido invocar, sin éxito en otro tipo de elecciones. Sin embargo, nuevamente, solo podrá anotarse en ese referendo si desiste de la postura de desconocer al Poder Electoral.

Al final del cronograma –aunque ya no tan lejos- está la gran pugna por Miraflores, una que requiere, más que ninguna otra en un país presidencialista, de que todos los factores participantes reconozcan al árbitro electoral. Para ese entonces, ¿habrá salido la oposición de la calle ciega en la que está metida ahora respecto al CNE? ¿Habrá levantado ya su propio trancazo? Se oyen apuestas

Fuente: Rebelión

Mapa de la derrota de la derecha venezolana

Por Marco Teruggi

Estos meses de escalada reconfiguraron el mapa interno de la derecha, que parece compuesta por tres sectores, que, aunque sostienen posiciones diferentes -por pragmatismo o convicción-, no parecen tener fronteras tan claras.

A esta hora la derecha debía estar, según sus cálculos, en una posición de fuerza totalmente diferente. O sentada en el Palacio de Miraflores, o en el despliegue de un gobierno paralelo combinado con movilizaciones de masas y acciones violentas, incluidas militares. Se había planteado la apuesta a todo o nada/ahora o nunca, y hoy se encuentra en una disputa interna para ver cómo seguir, y no terminar peor que al iniciar la escalada de los cien días.

Pasó lo que les suele pasar: se equivocaron en sus análisis. Sobrestimaron la fuerza propia, subestimaron al chavismo, leyeron de manera errada el estado de ánimo de las masas, calcularon mal las coordenadas del campo de batalla. Y en las batallas las responsabilidades son colectivas pero diferenciadas: el peso mayor recae sobre los generales -así lo enseña, entre otros, el libro La extraña derrota, de Marc Bloch-. Porque hubo una derrota, táctica en el marco de un equilibrio inestable prolongado, pero derrota al fin, y eso trae cambios, facturas, desbandadas y cambios de posiciones.

¿Por qué evaluaron de manera equivocada las condiciones para la toma del poder de manera violenta? Se combinan varios elementos. En primer lugar, la posición de clase de la dirigencia. La dirección del movimiento estuvo y está en manos de hombres y mujeres de la burguesía, la oligarquía, cuadros en su mayoría de clase media-alta, formados en esa política e imaginario. Sería falso decir que no han desarrollado estructuras en algunas zonas populares, pero no parecen de dirección, y son minoritarias. A ese elemento se suma otro, agravante para sus cálculos: una parte de su dirección, tanto venezolana como norteamericana, se encuentra en el extranjero, en particular en Estados Unidos.

Esas lecturas, marcadas por una distancia de clase y de país, se ensancharon por el efecto boomerang de una sus fuerzas: las redes sociales. Asumieron que la dinámica expresada en las redes era representativa del estado de ánimo de las mayorías. Pensaron que la capacidad desplegada -con millones de dólares- en Twitter, Facebook, Instagram, Youtube, era la que realmente existía, que la radicalidad allí expresada era la radicalidad popular real.

De esa manera creyeron que el gobierno estaba a un empujón de caer, que su respaldo popular era minoritario y contralascuerdas, que las masas descontentas acompañarían su llamado a la calle para sacar al “régimen”, y que su propia fuerza tenía capacidad de desplegarse hasta alcanzar la masividad policlasista y nacional necesaria. Esa combinación de elementos iba a tener a su vez incidencia sobre factores políticos e institucionales del chavismo, que, al ver el ascenso irrefrenable de las masas en su pedido de elecciones generales, se iban a cambiar de bando. Solo sucedió con la Fiscal General y algunos dirigentes intermedios puntuales -y no fue por las masas sino por cálculo y compra política-. Lo más importante en ese plan era la Fuerza Armada Nacional Bolivariana: no se quebró.

Esos cálculos condujeron a sostener la hipótesis de la salida violenta durante más de cien días. Con puntos clave como el anuncio de que sería elegido el próximo presidente en elecciones primarias. Lo había proclamado Ramos Allup, el primero en decir luego que participará en las elecciones regionales. Entre un anuncio y el otro pasaron quince días, y en el medio una fecha clave: la victoria electoral del 30 de julio, con más de 8 millones de votos en contra de la violencia opositora y en respaldo a una solución democrática en manos del chavismo. La derecha desconoció públicamente los resultados, pero su impacto fue innegable, abrió un reacomodo de posiciones y cambio de táctica en desarrollo.

Las conclusiones fueron la inversión de sus premisas: el chavismo no estaba nocaut y dio una lección histórica, los sectores populares miraron en su mayoría desde lejos a la dirigencia opositora y rechazaron la violencia, la fuerza propia -compuesta por su base social ampliada, los grupos de choques, y sectores paramilitares- no alcanzó a quebrar el cuadro de empate. Tomar el poder por la fuerza es insostenible con esas coordenadas. Cayeron entonces uno tras otro en el anuncio esperado: la participación en las elecciones bajo el ordenamiento del mismo poder electoral que acusan de ilegal, ilegítimo y fraudulento. Freddy Guevara, de Voluntad Popular, ya anunció que el “camino es electoral”.

Algunos todavía no se han pronunciado, producto de desacuerdos, incapacidad para una disputa electoral -como María Corina Machado-, tensión con una base social defraudada a la cual le prometieron un poder inminente para anunciarle cien días después una vía electoral, y crisis interna. Estos meses de escalada reconfiguraron el mapa interno de la derecha, que parece compuesta por tres sectores, que, aunque sostienen posiciones diferentes -por pragmatismo o convicción-, no parecen tener fronteras tan claras.

  1. El primero está conformado por los partidos de derecha más históricos, como Acción Democrática presidido por Ramos Allup, que, aunque acompañó la escalada de violencia, su apuesta reside y residió en la estrategia del desgaste del gobierno -en particular por el efecto de los ataques económicos- para acumular en votos el descontento popular, y apostar a victorias electorales.
  2. El segundo está dirigido, por ejemplo, por Voluntad Popular y Primero Justicia -cuyos dirigentes están inhabilitados para presentarse como candidatos- y fue quien apostó a la salida por la fuerza, trabajó en la conformación/financiamiento/entrenamiento de grupos de choque, y se vinculó de manera directa con sectores paramilitares.
  3. El tercer grupo es el que se ha autodenominado “resistencia” y se ha multiplicado en varios nombres según las zonas del país. El discurso es el del rechazo a la traición de los dirigentes que aceptaron ir a las elecciones, la necesidad de escalar en la confrontación callejera, y la reivindicación de las acciones de violencia -como los ataques el día de las elecciones-. Sus espacios comunicacionales son centralmente las redes sociales y Miami. Resulta difícil saber si se trata de un proceso de relativa espontaneidad, o la “resistencia” fue creada para desplegar acciones planificadas, por ejemplo, por el segundo sector, bajo otra identidad. ¿Cuánto son, quiénes dirigen? Según algunas propias declaraciones maiameras, son grupos dispersos que no tienen centro de mando.

Desde ese análisis se puede entender por ejemplo la acción del domingo en Fuerte Paramacay. No se trata, como los ataques a cuarteles durante los meses de mayo/junio/julio, de medidas en el marco de una escalada que busca acorralar, de ofensiva. Pareciera más bien un intento de mantener medidas de alto impacto -con fuerte repercusión internacional- junto con la preparación de los grupos más radicales. La autoría del hecho debería buscarse en el tercer sector -que parece vinculado, por debajo de la mesa, al segundo, y a dirigentes de la derecha como el senador norteamericano Marco Rubio-. Seguramente intenten más acciones como esta, o mayores. Hay síntomas de desesperación, y eso puede traer violencia y apuestas más radicales.

A este cuadro deben agregarse las dos principales líneas de fuerza de la derecha: la económica y el frente internacional. En el primer caso se ha visto como luego del 30 de julio se produjo un ataque frontal contra la moneda al aumentar vertiginosamente el dólar paralelo. El objetivo es disparar los precios, desgastar a la población, distanciarla de esa manera del gobierno, agravar el cuadro de dificultad material, intentar asfixiar los cotidianos de las clases populares. En cuanto a lo internacional, la escalada sigue dirigida desde los Estados Unidos, con apoyo central desde Colombia y los gobiernos subordinados de la región.

El resultado es que la derecha ha vuelto a depender de dos estrategias que expresan su incapacidad. Una es golpear a la población para llevarla al desespero e intentar traducir esa situación en votos. La otra es pedir la intervención norteamericana, disfrazada de la forma que sea necesaria. Esa realidad es muestra de debilidad y no de fuerza.

La elección del 30 de julio fue una victoria táctica del chavismo. Esa nueva situación dentro del equilibrio inestable trajo efectos dentro de una derecha que volvió a equivocarse furiosamente en su análisis del campo de batalla. Esa ventaja chavista debe ser traducida en acciones urgentes. La principal, además de la justicia, es la económica, y, se sabe, la economía es concentración de política. Ahí parece estar el desafío central de la revolución.

Fuente: Telesurtv.net

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