EDITORIAL
Goebbels y las elecciones en Bolivia.
Si alguno de mis lectores conoce un caso en que los perpetradores de un golpe de Estado hayan devuelto el gobierno a las autoridades derrocadas, en forma pacífica y a sólo seis meses de haberlas depuesto, por favor dénmelo a conocer. Digo esto porque forma parte de la campaña de desinformación imperialista el pregonar a través de sus medios masivos de comunicación y redes antisociales que en Bolivia tendrán lugar el próximo 3 de mayo elecciones “libres” y “democráticas”.
Toda esta campaña está encaminada a confundir a la opinión pública mundial en el sentido de que el pueblo boliviano tendrá la oportunidad de escoger democráticamente a un nuevo gobierno, lo que a su vez señalaría como fraudulentas las elecciones en que el Movimiento al Socialismo (MAS) y el presidente Evo Morales resultaron ampliamente triunfadores. De esa forma para nada contará que el imperialismo norteamericano y la derecha boliviana, valiéndose de militares traidores a la constitución, hayan justificado el golpe de estado basándose en que la desprestigiada Organización de Estados Americanos (OEA), sin presentar pruebas de fraude, emitiera un informe preliminar recomendando celebrar nuevas elecciones.
Así, tampoco para nada contaría que prestigiosos académicos de varias universidades del mundo, incluyendo las de Cambridge, Harvard, Columbia y San Pablo hayan emitido un documento en el que piden “… al Congreso de Estados Unidos que investigue este comportamiento de la OEA y se oponga al golpe militar, al continuo apoyo de la administración Trump y a la continúa violencia y violaciones de los derechos humanos del gobierno de facto”.
Igualmente quedará en el olvido la filtración de 16 audios que confirman la conspiración entre opositores y militares para fraguar las acciones desestabilizadoras que condujeron al golpe de Estado. Las decenas de muertos y cientos de heridos como producto de la represión ya para nada son mencionados por los campeones de la libertad de prensa.
Una y otra vez la dictadura mediática repetirá hasta convertir en verdad, al mejor estilo goebbeliano, que las irregularidades en las elecciones del pasado 20 de octubre pusieron fin al gobierno de 14 años de Evo Morales, quien renunció y huyó ante el auge de las protestas pero, gracias al apoyo de la OEA y la Unión Europea que velaron por la pureza de los comicios, las elecciones del 3 de mayo fueron un ejemplo de libertad y democracia.
Para nada importará que buena parte de los más importantes líderes del MAS se encuentren en el exilio, con orden de arresto acusados de sedición y terrorismo por los verdaderos sediciosos y terrorista y por ello imposibilitados de ingresar al país, como es el caso del propio Evo Morales a quien no se le permitió aspirar a un curul como senador por encontrarse refugiado en la Argentina y sin poder regresar a Bolivia debido a la orden de arresto que pesa en su contra.
Otros líderes, en medio de una fuerte persecución política, se encuentran inhabilitados para participar en los comicios “acusados” de supuestos delitos e incluso los propios candidatos a la presidencia y vicepresidencia por el MAS para las elecciones de mayo próximo, Luis Arce y David Choquehuanca, respectivamente, están siendo “investigados” por la Fiscalía.
No importa que buena parte de los dirigentes del MAS se encuentren perseguidos o inhabilitados, que exista una fuerte campaña de desprestigio en contra de sus líderes, que las radios comunitarias se encuentren clausuradas, que los órganos de prensa se nieguen publicar sus criterios; tampoco y que impere en las calles el terror de las bandas paramilitares, la policía y las fuerzas armadas. Nada de eso importa, el imperialismo y la ultraderecha boliviana contarán en los comicios con los mismos “imparciales observadores” que propiciaron o se hicieren cómplices del golpe de Estado contra el Primer Presidente Indígena en América.
Las elecciones se llevaran a cabo y los resultados serán aprobados por la derecha mundial, bendecidos por la alta jerarquía eclesiástica boliviana y difundidos ampliamente por la dictadura mediática, que los presentará como una clara victoria democrática. Lo importante es que se efectúen elecciones y, desde luego, que sean ganadas por la derecha ya que carecerán de legitimidad si resultara vencedor algún sector progresista. Esa es una historia que ya bien conocemos.
Me niego a hacer leña del árbol caído y mucho menos en momentos en que se requiere de unidad. No obstante, la ingenuidad puede resultar –en el caso boliviano ya resultó- la peor enemiga de la honestidad. Para un revolucionario ser ingenuo puede convertirse en su mayor pecado.
Más de sesenta días nos separan de las elecciones; muchas cosas aún pueden ocurrir; ojalá el movimiento progresista boliviano no incurra en nuevas ingenuidades.
Eddy E. Jiménez
TITULARES
– El día que Evo despertó (y se volvió a dormir). Por: Claudio Fabian Guevara
– La usurpadora boliviana no tiene quien le escriba. Por Ollantay Itzamná
– Un año de la ficción de gobierno de Juán Guaidó. Por Marco Teruggi
– La gira de Guaidó por Europa terminó siendo un fiasco.
– La contraofensiva comunicacional. Por Atilio A. Borón
– Venezuela, campeón antimperialista. Por Ángel Guerra Cabrera
– Carrie Filipetti y el peace game Venezuela. Por Andy Robinson
– ¿Terroristas “luchando” contra el terrorismo? Por Atilio A. Borón
– Joseph Stiglitz: “La sorpresa fue que el malestar en América Latina tardara tanto en manifestarse”.
El día que Evo despertó (y se volvió a dormir)
Por: Claudio Fabian Guevara
La propuesta del ex presidente Morales de organizar milicias armadas en Bolivia despertó la euforia de sus seguidores. Planteó una fórmula legal, con base en tradiciones indígenas. Pero un partido pidió su expulsión de Argentina, y los pocos días se retractó. ¿Capitulación ideológica o repliegue estratégico?
Evo Morales andaba somnoliento, soñando con su modelo de desarrollo económico y social para Bolivia, cuando le creyó al general Kaliman -que ya estaba comprometido para realizar un golpe de Estado- su hipócrita declaración de militar antimperialista y partidario de la emancipación del continente.
Evo cerró los ojos el día en que grupos paramilitares empezaron a tomar las calles ante la pasividad de la policía, y el Ejército se negó a brindarle protección a le gente bajo el falaz argumento de “no reprimir al propio pueblo”. Le fallaron los reflejos ante la evidencia de que las fuerzas de seguridad estaban infiltradas por enemigos de la Nación, y no se decidió descabezarlas de un golpe, buscar elementos leales y armar a la ciudadanía para organizar la defensa del país.
Evo se durmió cuando, frente a la gigantesca batería de elementos de guerra híbrida contra Bolivia, en lugar de organizar comités de autodefensa, se empeñó en una conciliación imposible con el sicariato diplomático de la OEA y sus cómplices internos, con la ingenua intención de reblandecer el corazón de verdugos y mercenarios.
Evo estaba dormido, pero un día despertó.
El día que Evo despertó
Evo despertó y vio que su renuncia, y toda su política previa de “contención” para apaciguar a las fieras, había sido solo un mal sueño inconducente. Kaliman y los jefes policiales cooptados por el imperio, una vez cobrados sus millones, tardaron solo 72 horas en radicarse en EE.UU. El Ejército y la policía que habían dejado a los bolivianos a merced de las bandas de motoqueros para “no reprimir al propio pueblo”, hoy apalea, secuestra y mata en nombre de la democracia recuperada. El terrorismo de Estado vuelve con renovados bríos y nuevas herramientas: lawfare, fake news, totalitarismo 2.0, paramilitarismo.
“Bolivia vive un Estado sin derecho, donde mandan grupos irregulares «pititas» y «motoqueros», convertidos en fuerza paramilitar del gobierno de facto, cercando domicilios, golpeando, requisando a particulares y violando derechos fundamentales con la complicidad de la Policía”, dijo Morales el 13 de enero en Twitter, retratando el asedio de bandas violentas al detenido ex ministro Carlos Romero.
Por esos días, Evo planteó una consigna que levantó revuelo en un encuentro con militantes del MAS en Buenos Aires: “Hay que organizar como Venezuela, milicias armadas del pueblo”, anunció.
En el audio del acto, publicado por la radio Kawsachun Coca del Chapare, se oye el entusiasmo y la algarabía que despiertan sus palabras.
Una fórmula legal, con base en la tradición
Más tarde, amplió en Twitter su propuesta. “El movimiento indígena originario campesino siempre ha tenido su seguridad. En algunas regiones se llamó guardia comunal; en otros tiempos: milicias. Ahora, policía sindical o seguridad sindical. Todo en el marco de los usos y costumbres, y respetando nuestra Constitución”.
Las milicias armadas del pueblo de Bolivia se convertían así en una fórmula de autoprotección de las masas, en línea con las tradiciones de los pueblos originarios y dentro del marco de la ley.
La consigna de Evo provocó una rápida reacción de las fuerzas pro-coloniales. En Argentina, la Unión Cívica Radical (partido centenario, infiltrado por grupos globalistas desde su alianza con Macri) pidió expulsarlo del país. El régimen usurpador de Bolivia anunció un nuevo proceso penal contra Morales por incitación a delinquir, sedición y terrorismo, a causa de su declaración. Y la prensa hegemónica se apresuró a descalificar la idea, asociando a las “milicias populares de Venezuela” con “grupos de choque” y “dictadura”.
Del lado de sus aliados, el gobierno argentino le pidió que baje el tono de sus declaraciones. Y varios candidatos del MAS en Bolivia se mostraron en desacuerdo con la propuesta.
¿Evo se volvió a dormir?
Tres días después, el expresidente boliviano expresó su arrepentimiento. «Hace unos días se hicieron públicas unas palabras mías sobre la conformación de milicias, me retracto de ellas», afirmó en un comunicado.
Aunque criticó «el decreto de impunidad para las fuerzas armadas, las masacres, los grupos paramilitares que recorren las calles, las casas quemadas, los tribunales electorales incendiados, los presos políticos y la persecución sistemática, todos esos crímenes sin justicia», el ex mandatario arrió la bandera de las milicias populares expresando que su «convicción más profunda siempre ha sido la defensa de la vida y de la paz».
Pocas horas después, ante un medio alemán, agregó más opiniones culposas: admitió como “un error” aceptar el pedido de sus bases para buscar un cuarto mandato en las elecciones generales del mes de octubre.
¿Capitulación ideológica o repliegue estratégico?
Bolivia: la paz dinamitada
Por necesidades diplomáticas o electorales, Evo Morales eludió instalar un debate que América Latina necesita dar abiertamente. ¿Cómo defender a nuestro continente del cóctel guerrerista al que nos expone el globalismo? ¿Cómo defender los procesos soberanistas del ataque multidimensional (guerra convencional y guerra híbrida, paramilitarismo, atentados de falsa bandera) de las metrópolis coloniales?
La defensa de la vida y de la paz no está reñida con la creación de cuerpos militares populares. Más bien, la experiencia práctica indica todo lo contrario. Allí donde los dispositivos de “seguridad” y el entrenamiento militar están concentrados en grupos de élite, es más simple la cooptación de las altas esferas y su puesta al servicio de intereses antinacionales o antipopulares. Y cuando esto sucede, la defensa de la vida y de la paz es dinamitada.
Hoy las calles de Bolivia están crecientemente militarizadas, arrecian los arrestos de opositores, las masacres y la intimidación de la población por grupos paramilitares. ¿Hubiera sido esto posible con un pueblo armado y organizado en unidades de autodefensa?
La hora de los ejércitos populares
Dice Vicky Pelaez en Sputnik:
“El pueblo boliviano está pagando con su sangre que Evo pecase de inocente al no tomar en cuenta la experiencia de Hugo Chávez, quien desde el inicio del proceso de cambio logró formar una sólida alianza cívico-militar y crear también los Comités de Defensa de la Revolución Bolivariana. Los adoctrinó en los postulados de Simón Bolívar y los armó con 100.000 metralletas Kalashnikov adquiridas en Rusia. Su seguidor, actual presidente Nicolás Maduro, fortaleció y adiestró militarmente a estos comités. Actualmente ya cuentan con más de 2.000.000 de militantes”.
Frente a la guerra permanente del imperio contra las pueblos insumisos del mundo, las estrategias de defensa meramente formales o parlamentaristas han pecado de ingenuas o insuficientes. La experiencia cubana -según Noam Chosmky, el territorio que más atentados y hostigamiento militar ha sufrido en todo el mundo- es otro ejemplo de preservación de la vida y la seguridad de una población. ¿Hubieran logrado arrasar con Irak, Libia y Afganistán si sus gobiernos implementaban la doctrina de Fidel Castro de la defensa general del país por todo el pueblo?
En otros niveles, la autoorganización militar de la población es mejor solución frente a la descomposición del aparato policial. Así fue la experiencia de Cherán (Michoacán, México), donde una junta vecinal liderada por mujeres tomó el poder y expulsó al núcleo coludido de narcos, políticos y policías corruptos que aterrorizaban a la población. Otros pueblos autogobernados son ejemplo de paz y convivencia, con el poder de las armas en manos de la gente. Por eso la pregunta de rigor: ¿Quién le teme a las masas armadas?
El dilema de la Bolivia ultrajada
El ultraje de la nación andina debe funcionar como un recordatorio de cuánta violencia puede desencadenarse si se mantiene indefensa a la población de un territorio insumiso. Hoy, pasividad y confianza en las “instituciones democráticas” de Bolivia es un camino suicida. Por lo que insinúa la retórica del régimen usurpador, pronto habrá funcionarios amenazando con drones y asesinatos selectivos.
Al mismo tiempo, cualquier estrategia de resistencia armada puede ser funcional a los objetivos de la dominación extranjera: justificar sangrientas represiones, generar caos y división social, multiplicar la violencia, desmembrar el país. Qué hacer es un dilema sin respuesta.
Tal vez por eso Evo se llamó a dormir otra vez. ¿O solo posa para las cámaras?
Fuente: Diario de Vallarta & Nayarit.
La usurpadora boliviana no tiene quien le escriba.
Por Ollantay Itzamná
Gabriel García Márquez, en 1961, en su obra: “El Coronel no tiene quién le escriba”, describió las penurias y adversidades que vivió un Coronel retirado, luego de librar la Guerra de los Mil Días, en la Costa Atlántica colombiana, esperando un correo con el cheque de su jubilación que jamás llegó.
En su situación de carestía total, el Coronel centra sus esperanza en el gallo de pelea que su hijo le heredó. Alimenta, incluso con sus últimos centavos al gallo de pelea que espera pelear y ganar algún día… En la última parte de la novela, ante la pregunta recriminatoria de su esposa Úrsula: ¿Qué comeremos si el gallo pierde la pelea?, el Coronel responde: entonces comeremos mierda.
Luego del golpe de Estado y la instauración de la dictadura actual en Bolivia, la usurpadora Jeannine Añez, y sus cómplices, lejos de “blanquear” su apariencia y esencia democrática, se enfangan, aún más, en una secuela de anima adversidades internacionales que aísla al gobierno de facto boliviano.
La primera confrontación diplomática fue con Venezuela, luego con Argentina. Siguió con México y España. Ahora, con el gobierno cubano, porque el Canciller de este país llamó a los hechos por su nombre. La usurpadora boliviana, en un período de 2 meses, incendió rencillas nada menos que con 5 países históricamente hermanos y solidarios con Bolivia.
A nivel interno, incluso con todos los medios de información públicos y privados que la dictadura tiene bajo su mando económico, tampoco logra levantar o proyectar la imagen democrática de la usurpadora. Al grado que, en el 11º aniversario del Estado Plurinacional de Bolivia (22 de enero pasado), Jeannine Añez, vestida de verde, y rodeada de uniformados de verde olivo, tuvo que dar su “informe de gobierno” desde un balcón a un escenario vacío, sin público.
Siempre para contrarrestar a su enemigo fijado, Evo Morales, Añez intenta levantar su imagen en las redes sociales con mensajes, incluso con déficit ortográfico, pero, incluso en Internet su soledad es apabullante. Mientras su enemigo “salvaje”, es casi un “influencer” en el Twitter en comparación con Ella.
Aunque Ella desearía participar en eventos internacionales, nadie la invita. Incluso su homólogo venezolano, el auto proclamado Guaidó hace giras por Europa, pero Jeannine tiene que conformarse con su apellido asimilado a algún linaje medieval español.
Al carecer de voto popular para usurpar la silla presidencial boliviana tubo que refugiarse en la Biblia y en el Dios desconocido. Pero, incluso últimamente ya no lleva consigo ni la Biblia, ni crucifijo alguno. Quizás porque en su fuero interno resuene el mandato de: “No usarás el nombre de Dios en vano”.
La soledad y la vaciedad de la usurpadora se externaliza también en su llanto constante en eventos públicos. Quizás porque cree que a sus cómplices machos les conmueve el llanto de una “madre castigada”. O quizás porque el sentimiento de culpa por las víctimas de las dos masacres y de sus huérfanos desasosiegan su alma. Quién sabe.
Lo cierto es que la usurpadora y su régimen, día que pasa sienten que la soledad no se abate ni con las armas, ni con las masacres, ni con las mentiras. Ella y sus cómplices, al igual que el Coronel de la novela de García Márquez, saben que al final de la dictadura, les tocará comer m… Esta es la certeza que los agobia y por momentos los vuelve más violentos e irascibles.
Fuente: Rebelión
Un año de la ficción de gobierno de Juán Guaidó.
Por Marco Teruggi
Juan Guaidó cumplió un año de su autoproclamación como presidente encargado de Venezuela. Aquel 23 de enero del 2019 levantó la mano y juró desde una plaza alejada del Palacio de Miraflores, en una zona adinerada de Caracas. No fue una fecha casual: el 23 de enero de 1958 es el día en fue derrocada la dictadura de Marcos Pérez Giménez.
Su autoproclamación quedará como el punto de inicio de una de las operaciones más importantes montadas por el gobierno norteamericanos en América Latina. Se trató, y aún se trata, de crear una realidad ficcional, un gobierno paralelo que nunca existió y, sin embargo, ha sido, y es, real.
Ocurrió a una velocidad que debía ser imparable: el reconocimiento de Guaidó por parte del presidente de Estados Unidos (EEUU), la construcción de una diplomacia de asfixia con el Grupo de Lima y la Unión Europea, la presión a gran escala para lograr el quiebre de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) crucial en la estrategia golpista. El cálculo falló.
Siempre estuvo claro al interior del país que Guaidó no tenía capacidad de ejercer poder. Quien hasta principio de enero del 2019 era un diputado desconocido para la mayoría del país, nunca tuvo territorio ni mando sobre un cuerpo armado del Estado. Fue 2.0 desde su inicio y su poder vino de afuera, es decir del despliegue norteamericano.
La ficción del presidente encargado fue acompañada por una ingeniería comunicacional: tapa de redes de Reuters como líder épico, tapa de la revista GQ con pose de actor, análisis en La Nación hablando de dos presidentes en Venezuela, para citar tres casos entre centenares. Guaidó se hizo real sin gravitar nunca al interior del país, salvo en el plazo breve entre enero y el 30 de abril, cuando tomó las armas junto al jefe de su partido, Leopoldo López, y un grupo de militares.
Ese episodio armado fue rápidamente olvidado por los grandes medios. También borraron de su historia su aparición junto al grupo paramilitar Los Rastrojos que, de la mano con el gobierno de Colombia, le permitieron cruzar la frontera a Cúcuta desde donde intentó un ingreso por la fuerza a territorio venezolano el 23 de febrero.
De esa fecha quedan las imágenes de la maquinaria musical que puso sobre el escenario a cantantes como Maluma, Diego Torres, Carlos Vives, la presencia del vicepresidente norteamericano, Mike Pence, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, y los miles de dólares para ayuda humanitaria que fueron malversados y generaron un escándalo de corrupción.
Ese despliegue construido desde EEUU decayó en la segunda mitad del 2019. Quedó un Guaidó sin peso, sin capacidad de movilizar a la base social de oposición, sin noticias nuevas, triste, solitario y final.
Su reaparición, luego casi ocho meses sin impacto dentro del país, ocurrió el domingo pasado, cuando el gobierno norteamericano volvió a montarlo sobre los escenarios internacionales. Primero en Colombia, con el presidente Iván Duque, luego en Gran Bretaña, con Boris Johnson, luego en Bruselas con el representante de asuntos exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, y en una serie de fotografías en el Foro de Davos junto a Angela Merkel, Ivanka Trump, Tony Blair, John Kerry, entre otros.
Guaidó recobró notoriedad internacional en una demostración de la capacidad diplomática, política y mediática de EEUU para crearle nuevamente una narrativa internacional sin correlato al interior de Venezuela. Guaidó es ficción, y, sin embargo, es real.
Tan real como que, a partir de su autoproclamación, el gobierno norteamericano profundizó los ataques sobre la economía venezolana y anunció congelamiento de fondos, el robo de la refinería Citgo, entre otras acciones unilaterales. Creó su justificación necesaria: un presidente 2.0 que le autoriza a bloquear y quedarse con activos del Estado venezolano.
Esa misma arquitectura es la que continúa su avance en un objetivo que el gobierno norteamericano presenta de manera suave: un gobierno de transición para lograr elecciones libres. La realidad, tras esas palabras, se asemeja al golpe de Estado ocurrido en Bolivia.
El regreso de Guaidó a los escenarios internacionales a un año de su autoproclamación es una oxigenación del gobierno paralelo 2.0. Se trata de una nueva operación de legitimación, el simulacro de realidad sustentada con la política de fotografiarse como la mayor cantidad de líderes europeos.
Esa nueva maniobra para instalarlo ocurre en simultáneo con la profundización de la demonización del gobierno de Nicolás Maduro. El gobierno norteamericano lo acusa nuevamente de albergar en Venezuela a fuerzas de Hezbollah, el ELN colombiano, y las FARC que retornaron a las armas. Sienta así las bases para legitimar acciones de fuerza.
Aún no se sabe cuándo ni cómo será el regreso de Guaidó a Venezuela. Buscarán hacer de eso un hecho político. Sin embargo, así como desde el 23 de enero del 2019, el asunto nunca fue Guaidó: seguir su actual gira por Europa es observar lo que la estrategia norteamericana quiere que sea observado. Guaidó es un distractivo, la cuestión está en otro lado.
Fuente: Página 12
La gira de Guaidó por Europa terminó siendo un fiasco.
“Pero cuando Guaidó hizo la ronda en la reunión de figuras políticas y comerciales de este año, después de haber venido a Europa desafiando la prohibición de viajar en su país, parecía un hombre cuyo momento había pasado”: así retrató el columnista del New York Times, Mark Landler, el paseo de Juan Guaidó por el Foro Económico Mundial de Davos días atrás.
“El venezolano (…) pasó la mayor parte de su tiempo respondiendo preguntas sobre por qué no había logrado derrocar al señor Maduro”, se afinca Landler a contracorriente de una narrativa que, desde los medios venezolanos, buscó proyectar la participación de Guaidó en Davos como un “hecho histórico”.
La irrelevancia de Guaidó en el foro más representativo del capitalismo mundial ilustró, a nivel geopolítico, las divergencias existentes entre Estados Unidos y la Unión Europea con respecto a la cuestión venezolana, pero a nivel de imagen, mostró a un Guaidó sin tracción y capacidad de convencer.
En el marco del Foro, Guaidó se reunió con decenas de líderes europeos sin alcanzar objetivos diplomáticos o políticos concretos, toda vez que su falsa figura como “presidente encargado” desaparecía del discurso público y del paisaje de los medios de comunicación.
Así lo asentó el presidente francés, Emmanuel Macron, quien lo recibió como presidente de la Asamblea Nacional mas no de Venezuela, en el marco de lo que pareciera una corrección táctica en el enfoque europeo que capitanea el alto representante Josep Borrell: no hacerle el feo al muchacho de Mike Pompeo, evitando, al mismo tiempo, la fatiga diplomática de trabar hasta el infinito la negociación interna en Venezuela de cara a las elecciones parlamentarias.
Los encuentros de Guaidó trascurrieron entre lo difuso y lo anecdótico, a un punto en que era difícil discernir bajo cuál condición era recibido y cuáles eran los objetivos de cada reunión. Sin lugar a dudas, el hecho de que perdió la presidencia de la Asamblea Nacional frente al diputado Luis Parra ha generado un efecto a veces subestimado.
Desde la óptica de Washington, los propósitos fundamentales de la gira europea de Guaidó consistían en alinear al bloque europeo a la campaña de “máxima presión” de los halcones, impulsar la imagen “presidencial” del diputado y lograr, aprovechando el moméntum, un efecto cascada de expulsión de embajadores venezolanos, sanciones financieras paralizantes, rupturas de relaciones comerciales y el envío de fondos económicos para mantener a la capa directiva del golpe en Venezuela.
La escalada diplomática y económica que esperaba Washington desde Europa no se cumplió, dejando como balance inmediato a un Guaidó con una posición de fuerza reducida en lo internacional, y a la Casa Blanca, nuevamente, como la única instancia en la que recae la conducción del golpe.
Pero este balance negativo, a su vez, aumenta la zona de peligro: los delirantes halcones se ven tentados a apelar a una acción de fuerza para cambiar violentamente una correlación de fuerzas que favorece al chavismo y al ala moderada de la oposición sentada en la Mesa de Diálogo Nacional.
Jugárselo todo en España
Desde hace días se había anunciado que el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, no recibiría a Juan Guaidó en la Moncloa cuando hiciera su paso por el país ibérico.
El anuncio fue rechazado al instante por el bloque de la derecha, pues encontró en el viaje del diputado una oportunidad dorada para cambiar el foco de una agenda política y económica determinada en esos días por el aumento del salario mínimo decretado por el nuevo gobierno de coalición del PSOE con Unidas Podemos.
La derecha repitió un guión ya harto conocido: si te va mal en política doméstica, reflota el tema Venezuela para ganar tiempo.
Este cuadro de intoxicación en los medios se reforzó tras conocerse que el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, sostuvo un encuentro con la vicepresidenta de la República Bolivariana, Delcy Rodríguez, quien hizo estancia en el aeropuerto de Madrid-Barajas para cambiar de avión rumbo a Turquía.
Producto de esta noticia, la narrativa escaló de acusar a Sánchez de “defender” a Maduro al no recibir a Guaidó, a cuestionar que el gobierno de España no había apresado a la funcionaria del Estado venezolano por estar sancionada por la Unión Europea.
El líder del Partido Popular (PP), Pablo Casado, exigió la dimisión de Ábalos y a Sánchez que diera explicaciones debido a la reunión.
Todo el performance mediático y la grandilocuencia discursiva estuvo dirigida a colocar el foco en la Puerta del Sol, lugar donde se había convocado una manifestación en apoyo a Guaidó, luego de que la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento, ambas instancias gobernadas por figuras del PP, recibieran con honores al diputado para salvar su imagen luego del fiasco en Davos.
Por más mediatización que hubo de la imagen de la concentración, la Policía Nacional afirma que 5 mil 500 personas ocuparon la mitad de la plaza para escuchar a Guaidó. Una cifra reducida en comparación al total de migrantes en el país ibérico. “Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, 24 mil 238 venezolanos llegaron a España en el primer semestre de 2019 y se sumaban a los 158 mil 218 que ya residían”, refleja Constanza Lambertucci para eldiario.es.
Con anterioridad el vicepresidente de derechos sociales Pablo Iglesias y el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero habían marcado una línea contraria a la visita de Guaidó, relegándolo a líder de la oposición y acompañando la decisión de Sánchez. Jugando al bonapartista frente al asedio de la derecha y posiciones recalcitrantes del ala derechista del PSOE, representada por Felipe González, Sánchez sostuvo su posición inicial, pero a través de su canciller, Arancha González Laya, le dio un empujón en último momento a Guaidó reconociéndolo ilegalmente como “presidente encargado”.
La visita del autoproclamado fue útil a la derecha para plantearle el primer pulso político de calle al gobierno de coalición de España, a falta de conseguir una movilización de masas contra el aumento del salario mínimo, a la cual habrían asistido los 30 ó 40 ejecutivos del Ibex 35 que están en contra de la medida.
La diáspora venezolana reunida en la Puerta del Sol sirvió para que los dirigentes de Vox, el PP y Ciudadanos se bañaran de “pueblo” y no de empresarios, como es usual.
Conclusiones
Aunque Guaidó, con la ayuda de los medios dominantes, obtuvo su foto de “baño de masas” antes de salir de Europa en la Puerta del Sol, su gira ha sido infructuosa en función de los objetivos políticos planteados: conseguir una ofensiva diplomática definitiva que obligara a una rendición forzada de Maduro. La diplomacia estadounidense, aunque sabemos que ese concepto no existe para el gobierno de Trump, ha respondido acusando al gobierno de Sánchez de dañar su estrategia contra Venezuela.
Pero lo que mejor confirma el poco arrastre de la gira es cómo Guaidó celebra su alianza con el partido monárquico español Vox, distanciándolo aún más de quienes manejan el poder en la Moncloa y que seguirán siendo actores de influencia en la conducción del bloque europeo con respecto a Venezuela.
En el frente local, la aguda situación económica y los daños ocasionados por el bloqueo de Washington colocan a la Asamblea Nacional como el principal foco de la disputa política, debido a que de su destrabamiento institucional depende, en gran medida, que el país consiga los mecanismos de fuerza para recuperarse de las lesiones económicas que ha dejado la delirante política exterior de los halcones.
Y ahí, el tiempo juega en contra de Guaidó.
Fuente: Misión Verdad
La contraofensiva comunicacional.
Por Atilio A. Borón
Luego de unas necesarias (no sé si merecidas, que suena demasiado arrogante) vacaciones la semana pasada retomé mi insalubre rutina de leer los periódicos nacionales y, muy especialmente, La Nación y Clarín, los más letales instrumentos de la (de)formación permanente a que está sometida la opinión pública en la Argentina. No haré un recuento histórico de la contumacia con que jugaron ese papel porque es de sobras conocido. Pese a ello, y a la indignación que vastos sectores de la sociedad argentina sienten ante su complicidad con la dictadura cívico-militar de 1976-1983, lo cierto es que su influencia sobre la conciencia y el sentir de la población continúa siendo avasalladora. Ambos periódicos son la cabeza de un enorme conglomerado multimediático cuyos tentáculos se extienden por todo el país a través de una enorme red de radioemisoras de AM y FM, televisoras de aire y por cable, redes de transporte informático para telefonía, cable e internet, compañías cableras amén de un sinnúmero de empresas en los más diversos sectores de la economía, desde el agro a las finanzas. Como si lo anterior fuera poco durante la dictadura estos pulpos comunicacionales se adueñaron de la peor manera de Papel Prensa, empresa que detenta un virtual monopolio del papel que se necesita para imprimir diarios y que lo vende a sus competidores según sus conveniencias y en condiciones absolutamente leoninas. Todo ante la inexplicable indiferencia del Estado que nunca ha tomado cartas en este asunto para corregir una cuestión vital para garantizar la libertad de expresión.
Para corroborar lo anterior me ceñiré a unos pocos ejemplos de los muchos que a diario podríamos extraer de ambos periódicos. ¿Ejemplos de qué?, podría preguntarme quien me estuviera leyendo. Respuesta: Ejemplos de distorsión informativa, ocultamiento de información, confusión entre ésta y la opinión haciendo pasar a la segunda como si fuera información genuina. Veamos: la nota en Clarín del 25 de enero de Raúl Roa (nada menos que el editor del periódico) insidiosamente titulada “Ministros a los que les sobra tiempo” comienza preguntándose qué es lo más importante, y cito: “¿El proyecto de Kicillof de incorporar el lenguaje inclusivo en la administración provincial, como el ‘todes’ o el ‘chiques’? ¿O poner las energías en resolver la crisis que el mismo Kicillof ha denunciado y que se expresa en el riesgo de default, la inseguridad de cada día y la pobreza? No hace falta romperse la cabeza para encontrar la respuesta. Sale sola.” Sin menospreciar en lo más mínimo lo primero -¿quién podría decir que la batalla cultural contra el machismo y el patriarcado es irrelevante?- es obvio que lo más urgente en el momento actual es aventar el riesgo del default y reconstruir las devastadas finanzas provinciales. Pero nada de esto dice Roa, pese a que una información periodística seria y rigurosa debería ser precedida -con datos de contexto para poder descifrar y comprender cabalmente la información- por alguna referencia a la desastrosa situación financiera heredada de la gestión de María E. Vidal, quien a juicio de numerosos informantes calificados fue la peor gobernación padecida por Buenos Aires desde el retorno de la democracia. Durante sus cuatro años de gobierno no construyó un solo hospital, una sola escuela, un solo jardín infantil. Remodeló sobre todos algunas salas de emergencia (que es lo que se vé desde afuera) pero nada más. Junto a Rodríguez Larreta, Vidal es una de las dos únicas piezas de recambio que la derecha tiene el 2023 en el muy probable caso de que Mauricio Macri no “mida bien” en las encuestas.
Esto explica el blindaje de la “prensa seria”, el silencio cómplice ante su desastrosa gestión que si fuera exhaustivamente conocida por el electorado descalificaría a Vidal de por vida para aspirar a un cargo de representación pública. Lo suyo, como lo de su jefe Mauricio Macri, fue una operación de saqueo de las riquezas -nacionales y provinciales- y el dinero de las y los argentinos maquillado mediante una astuta operación de neuromarketing político. Una fachada vistosa, detrás de lo cual yacían las ruinas de la provincia más rica de la Argentina. Cuatro años de ocultamiento, de encubrimiento, que sigue hasta nuestros días. La desidia de la gobernadora ni siquiera dejó a salvo la residencia oficial que hasta hace poco carecía de agua y estaba en una situación de completo abandono. Esta actitud no sólo refleja dejadez sino también el tradicional desprecio de la derecha por todo lo que sea público, comenzando por el Estado del cual sólo cuidan las agencias o las prácticas que favorecen sus políticas de saqueo y las que les garantizan el poder represivo para enfrentar la protesta social. Del resto, que se ocupe Dios… Nada de esto dijo Roa a la hora de preguntarse qué era lo importante que debía hacer el gobierno de Axel Kicillof. Poco serio, de verdad, poco serio. Cero periodismo.
La Nación no se queda corta a la hora de desinformar. Un siglo y medio de manipulación noticiosa vale más que tres doctorados en esta materia. En una nota de Alan Soria Guadalupe aparecida un par de semanas antes se anunciaba, con titulares resaltados y el edificio de la ONU en Nueva York de fondo que “El Gobierno le debe 150 millones de dólares a organismos internacionales”. Y la bajada explicaba que “La Cancillería asegura que el país tiene deudas con entidades como la ONU, el Mercosur, la OMS y la OIT; comenzarán a regularizar los pagos”. Tres párrafos más abajo el articulista aclaraba que esa deuda se originó en una decisión del gobierno de Mauricio Macri, alguien paradojalmente interesado en hacer que la Argentina “regrese al mundo” luego que “el mejor equipo de los últimos 50 años” hubiese insistido hasta el cansancio que el kirchnerismo había proyectado a la Argentina fuera de este mundo, al espacio exterior. Ni una palabra se dice en la nota de la absoluta irresponsabilidad del macrismo que permitió que se llegara a una situación que nos avergüenza ante la comunidad internacional. La media verdad es una de las formas más incisivas de las “fake news”, y es cultivada con fruición, en contra del actual gobierno, por los dos pulpos multimediáticos de la Argentina. Lo que queda en la mayoría de las y los lectores es que “el gobierno”, o sea, el actual, ha incumplido sus obligaciones con los organismos internacionales incurriendo en un acto de lesa irresponsabilidad.
La visita del presidente al Papa fue motivo de renovados ataques a la Casa Rosada este sábado 1º de Febrero. Clarín tituló en primera página que “Alberto le pidió al Papa por la deuda y el Vaticano presionó contra el aborto” y La Nación lo hizo del siguiente modo:”La deuda y el aborto ejes de la visita de Fernández al Vaticano.” Lo cierto es que tal como lo señala el segundo y definitivo comunicado de la Santa Sede fueron múltiples los temas tratados en las dos reuniones de Alberto en el Vaticano: con el Papa y con el Secretario de Estado Pietro Parolin y que “No todos los temas citados en el Comunicado de Prensa sobre la Audiencia con el Presidente de la República Argentina han sido afrontados en todas las conversaciones: algunos han sido examinados en el curso del encuentro con la Secretaría de Estado, otros en el marco del encuentro con el Santo Padre.” Conclusión: el sutil lenguaje diplomático del Vaticano indica que no hay evidencia alguna que permita inferir que Francisco “presionó” al presidente o que el aborto haya sido uno de los “ejes” de la conversación entre el Papa y Alberto. Pero la “media verdad”, o la “plus mentira” instaló en el imaginario colectivo la idea de que hubo una controversia entre la Santa Sede y la Casa Rosada.
Alberto dijo más de una vez que el conflicto con la prensa, en realidad, los medios hegemónicos, era cosa del pasado. Por desgracia no es así porque aún cuando el presidente no tenga voluntad de pelear éstos ya se han embarcado en una guerra sin cuartel (aunque no abiertamente declarada) contra la Casa Rosada. Ofensiva que no encuentra su razón en el hecho de que el presidente haya coartado en lo más mínimo la libertad de prensa. No ha habido en su gestión una sola iniciativa comparable al atropello vandálico contra los medios como la que perpetrara Mauricio Macri desde su primer día de gobierno. Su Torquemada predilecto, el infausto Hernán Lombardi, no se privó de nada en su obsesión por imponer a lo bestia la “verdad oficial” y en “hacer creer” a argentinas y argentinos que una política de saqueo de la nación era la segura fórmula hacia el desarrollo y garantía de la famosa “lluvia de inversiones.” Despidos masivos de periodistas y comunicadores sociales, cierre de fuentes informativas, “purgas” en la televisión y la radio públicas, hostigamiento con la pauta oficial a medios “desafectos”, terminación de programas, persecuciones y “listas negras”, ataques permanentes a cargo de una legión de “trolls” financiados por los dineros públicos desde la Jefatura de Gobierno, etcétera.
Todos estos ataques con la complacencia de la “prensa seria y los “periodistas independientes” que no vieron en esta barbarie nada digno de ser condenado o limitación alguna a la libertad de expresión. Absolutamente nada de eso ha ocurrido con el actual gobierno, y sin embargo la “prensa hegemónica” lo acosa sin respiro. La razón es muy clara: ésta no hace periodismo sino que es el mascarón de proa de una alianza entre los poderes económico-financiero concentrados que necesitan crear un clima de opinión favorable a sus intereses corporativos y para su proyecto de rapiña y saqueo. Para tan innoble propósito necesitan un compinche: y allí está la “prensa seria” presta a cumplir esa función de engañar, ocultar, blindar, difamar y chantajear a unos y otros con la delictiva complicidad de jueces y fiscales corruptos, partícipes necesarios de este verdadero crimen que se perpetra contra la democracia en la Argentina.
Esta guerra existe y no la quería el presidente. Pero los fragores del combate se dejan oir hace meses, y su intensidad es creciente. Por eso será necesario, antes que sea demasiado tarde, diseñar una efectiva contraofensiva. No hacer nada, permanecer impávidos sería fatal. “De pensamiento es la guerra que se nos libra” –decía José Martí- “ganémosla a fuerza de pensamiento.” Simular que la guerra comunicacional no existe condenará a este gobierno –y al campo popular- a una gravísima derrota. Aún estamos a tiempo, pero no por mucho más. Es hora de pasar a la contraofensiva y la primera tarea es informar a la opinión pública, meticulosa y reiteradamente, sobre la magnitud del desastre económico-financiero heredado del macrismo. Esto tendrá que ser expuesto en todos sus detalles y no sólo una que otra vez. Deberá ser una campaña permanente porque de lo contrario la opinión pública rápidamente olvidará lo ocurrido y achacará todos los males a la presidencia de Alberto. Por ejemplo, denunciar una y mil veces que PAMI, (Nación) y IOMA (Provincia de Buenos Aires) adeudan sumas exorbitantes a los laboratorios farmacéuticos y las farmacias, con pagos vencidos desde Agosto de 2018 poniendo en riesgo la atención médica de la población. Hay decenas de casos como estos, que hablan inclusive de una eventual malversación e incumplimiento de deberes del funcionario público.
Será inútil esperar que Clarín o La Nación, a través de sus centenares de dispositivos comunicacionales (radios, televisoras, etcétera) informen de esto. O lo hace el gobierno actual y la prensa independiente, débil en extremo por el ahogo de los oligopolios mediáticos, o nadie lo hará. Y el malhumor social resultante se dirigirá en contra del gobierno actual y no en contra de quienes cometieron tamaño desastre que afecta a millones de argentinas y argentinos. Las dos batallas políticas cruciales de la época actual se libra en los medios, en el terreno de la comunicación, y en las calles, o sea, en la organización del campo popular. La fuerza política que no entienda esto labrará su propia ruina.
Fuente: Rebelión
Venezuela, campeón antimperialista.
Por Ángel Guerra Cabrera
¿Por qué Venezuela es capaz de reunir exitosamente a cientos de importantes representantes de los principales partidos de izquierda y movimientos populares, femeninos, juveniles, de nuestra región y del mundo? Lo consigue con frecuencia pese a los obstáculos impuestos por el imperio yanqui, que presiona cancillerías para que no den visas y a aerolíneas para que no vendan boletos. La semana pasada Caracas congregó al Foro de Sao Paulo y un Encuentro Mundial contra el Imperialismo “por la vida, la soberanía y la paz”. En mi opinión lo único que explica esa capacidad de convocatoria es su fuerza moral, su ejemplo de resistencia. Y también la necesidad creada por la época en que vivimos. El asesinato de un general antimperialista mueve multitudes en Medio Oriente e indigna a millones en el mundo.
Venezuela derrotó en 2019 la más feroz de las arremetidas de Estados Unidos contra otra nación en el siglo XXI. La autoproclamación de Juan Guaidó en enero de ese año como presidente encargado era la señal para el inicio de la nueva ofensiva contra la patria de Bolívar, de acuerdo con planes previamente aprobados por el Comando Sur de Estados Unidos, a su vez coordinados con los gobiernos más derechistas de la región y con el servil secretario general de la OEA Luis Almagro. Estos planes se basan en el esquema de las llamadas guerras de cuarta generación, que comprende acciones en diversos campos, destacadamente masivas y prolongadas campañas de intoxicación mediática, guerra económica y acciones subversivas de distinta naturaleza, incluyendo el intento de magnicidio contra el presidente Maduro y otras operaciones militares y paramilitares cuya ejecución es canalizada vía Colombia por el Comando Sur con la activa participación de Álvaro Uribe y del subpresidente Duque. ¡Cómo se creyeron esos dos, Piñera, Almagro, Pence, Elliot Abrams, Marco Rubio y, por supuesto, Trump, que Guaidó tumbaba a Maduro¡
El fulminado intento de golpe de Estado del 30 de abril también lo vieron venir como el final de la Revolución Bolivariana. Ciertamente fue el momento más alto de la ofensiva, con presencia de Guaidó y su jefe político Leopoldo López, una acción aventurera e irresponsable que pudo haber costado numerosas vidas de no ser por el patriotismo y el profesionalismo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en estrecha unión cívico-militar con el pueblo. Ya para entonces el autoproclamado había comenzado a perder aceleradamente la capacidad de convocatoria mostrada en las primeras semanas del año. Hoy se ha apagado mucho más porque no ha cumplido una solo de sus promesas y está envuelto en un gigantesco escándalo. Por vínculos con narcoparmilitares, por el robo de fondos para “ayuda humanitaria” y de activos venezolanos. Lo más que puede reunir es unos pocos cientos de personas en zonas opositoras de Caracas, en contraste con la permanente iniciativa política de Maduro y la enorme capacidad de movilización de masas del chavismo.
Pero lo más dañino y criminal de esta larga cadena de agresiones es el ataque cotidiano, mediante la guerra económica, a las bases de la alimentación y el suministro de medicinas para el pueblo venezolano. Cuando se visita Venezuela y se observa la acción del poder popular, de los Consejos Locales de Abastecimiento y Producción, puede uno darse cuenta cabalmente de la creatividad, la alta conciencia política y el heroísmo sin aspavientos del pueblo chavista. Pues por muy poderoso que sea el imperio, no ha sido capaz de apagar la llama de rebeldía de los venezolanos, ni de imaginar las soluciones que surgen a nivel de barrios para derrotar su guerra. Subestimar a ese pueblo ha sido un grave error de Estados Unidos. Igual subestima a los otros pueblos latinoamericanos y caribeños que no están dispuestos a aceptar por más tiempo el insoportable e inmoral sistema de superexplotación del capitalismo neoliberal y su democracia elitista y antipopular. Quién imaginaba en 2019 que la pradera latinocaribeña iba a arder con la velocidad que lo está haciendo desde fines de ese año. Faltan liderazgos, proyectos, organización, pero eso se crea y a ello ayudan mucho reuniones como la de Caracas porque permiten algo tan valioso e imprescindible como el intercambio de experiencias, la certeza de no estar solos y de que hay muchos otros que luchan. A propósito de eso le decía Maduro a los reunidos en Caracas que no debemos cohibirnos en darnos cita para organizarnos. Pensé entonces en Fidel y en los intercambios que sobre la deuda externa y la amenaza del ALCA promovió en La Habana, encuentros sin los que uno no podría explicarse bien la gran ola antineoliberal latinocaribeña de los noventas y hasta hoy. A lo que de veras temen Estados Unidos y las oligarquías es a eso, a que nos encontremos y organicemos. Culpan a Cuba y Venezuela para justificar más agresiones contra ellas, pero saben que es su modelo neoliberal de muerte lo que ha hecho que Haití, Honduras, Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia, Argentina, México, y los que sigan, se levanten para derribarlo, en las calles o en las urnas.
Fuente: ALAI
Carrie Filipetti y el peace game Venezuela.
Por Andy Robinson*
Estados Unidos baraja un escenario de hundimiento del Gobierno de Maduro, debido a las sanciones y al embargo petrolero, y sin alternativa de poder dada la debilidad de Guaidó
Tuve la escalofriante experiencia en octubre pasado de ver en persona, durante un evento del Atlantic Council, en Washington, a Carrie Filipetti, la ice queen de la política venezolana del Departamento de Estado estadounidense.
De tez tan blanca y transparente y mirada tan fría, que sería material de casting para la próxima teleserie de vampiros, Filipetti había sido invitada para hablar del embargo petrolero a Venezuela. La invitada estrella del think tank más querido del Departamento de Estado pidió, de manera previsible, más sanciones contra Venezuela y el endurecimiento de un bloqueo que ha dificultado la exportación de crudo, que supone el 95% de las exportaciones venezolanas y es crucial para importar bienes esenciales.
Pese a tener escasa experiencia en relaciones exteriores, Filipetti es responsable de Cuba y Venezuela en el departamento de Mike Pompeo. Licenciada en estudios religiosos por la Universidad de Virginia, fue responsable de la cartera de donativos de la fundación del financiero neoconservador Paul Singer, el gestor de fondos buitre que quiso provocar una guerra con Argentina.
En la conferencia, Filipetti describió el panorama desolador de desabastecimiento y migración masiva en Venezuela. Lamentó con verdadera indignación virginiana que miles de venezolanos estén muriendo debido a la escasez de medicamentos. Adoptó un tono de superioridad moral al arremeter contra chinos y rusos por su negativa a apoyar la política de cambio de régimen y por intentar burlar el embargo. “No actuar es ser cómplice de la maldad (evil fue la palabra que ella eligió)”, denunció.
En el Atlantic Council, un grupo de periodistas –entre ellos algún español– se lanzó a intercambiar tarjetas de visita con la nueva cara de la diplomacia evangelista de la nueva guerra fría en el Caribe. Pero nadie se atrevió a preguntarle si en sus clases de metafísica en Virginia se llegó a plantear alguna vez la moralidad de condenar una catástrofe humanitaria que uno mismo ha ayudado a crear.
Unos días después, el Atlantic Council celebró en la misma sede un brainstorming estratégico, un llamado juego de paz, Peace game Venezuela. El planteamiento de un desenlace fatal para la crisis venezolana y sus correspondientes posibles escenarios resultó, sin embargo, ser todo menos un juego de paz. Más bien se parecía a uno de esos siniestros war games que se organizan en las salas oscuras del Pentágono. Esos en los que los generales se asombran horrorizados por la devastación provocada por sus propias bombas.
Vamos a esbozar la puesta en escena del juego Peace game Venezuela, pathways to peace (rutas hacia la paz). Los jugadores son un puñado de especialistas del establishment de la política exterior en Washington (embajadores, ministros y militares) y ‘expertos’ latinoamericanos admiradores casi todos de Carrie Filipetti y de su jefe, el secretario de Estado, Mike Pompeo. Entre estos está el representante de la Organización de Estados Americanos, que pide más sanciones contra Venezuela, y el representante de Juan Guaidó en Washington, que ha intentado convencer a Estados Unidos de actuar militarmente contra su propio país, cosa que ni Carrie Filipetti ve con buenos ojos.
Por motivos que el Atlantic Council no explica, el juego por la paz en Venezuela fue patrocinado por la petro-teocracia de Emiratos Árabes. Los otros patrocinadores eran la Universidad de Florida, estado en el que Donald Trump busca el voto excubano, y la revista Foreign Policy, cuyo director más influyente fue Moisés Naím, exministro de Fomento del venezolano Carlos Andrés Pérez.
El juego empieza con la siguiente pregunta: ¿qué pasaría si la situación en Venezuela se vuelve verdaderamente catastrófica y se produce el colapso? Es un escenario que no se puede descartar por terrible que sea, coinciden los jugadores. Así, manejan la hipótesis de que se produce una situación de caos tras el hipotético colapso del gobierno de Nicolás Maduro, pero, dada la debilidad total del supuesto gobierno alternativo de Guaidó, no hay otro poder ejecutivo para sustituirlo.
Los jugadores imaginan, pues, el siguiente escenario: “Conforme se colapsa el Estado venezolano, el sistema de sanidad se desintegra también. Los cortes de luz ya crónicos, la falta de agua y las condiciones insalubres se generalizan. El escenario se despliega con un brote de sarampión en Petare (una barriada pobre de Caracas). (…), la violencia, el hambre y la desesperación intensifican los flujos migratorios desde Caracas de 5.000 a 10.000 al día…”.
Echándole todavía más imaginación morbosa, los jugadores del Atlantic Council se inventan un escenario –tal vez sugerido por el jugador colombiano integrante del gobierno de Iván Duque– en el que la facción disidente de las FARC (que se desarmó hace dos años) se hace con el control en Venezuela junto con otro grupo de la “narco guerrilla” , ELN, y colectivos chavistas. “Las FARC, el ELN y los colectivos toman el poder conforme la situación se deteriora. Estos grupos aprovechan el vacío del poder para elevar su apoyo y legitimidad y su poder de negociación”, reza el guión.
Con ese grado de imaginación, el peace game del Atlantic Council empieza a parecer uno de esos videojuegos de fantasía gótica y violenta. Dark souls (almas oscuras), por ejemplo, con su primera entrega titulada Prepárense para morir, que, dicho sea de paso, tiene algunos personajes que se parecen bastante a Carrie Filipetti.
Al final del juego, los participantes logran estabilizar la situación: “La emergencia humanitaria consigue armonizar una respuesta a la crisis de seguridad pero no antes de numerosas muertes de civiles”.
Hay algo perverso en la metodología del juego Peace game Venezuela. Las catástrofes humanas que vislumbran los expertos en sus fantasiosas tormentas de ideas son la consecuencia, precisamente, de las premisas iniciales del juego: las sanciones y el embargo petrolero implementado por la administración Trump.
“El escenario [del juego] plantea que EE.UU. y Europa vayan intensificando la presión económica sobre el régimen de Maduro al abortar totalmente la capacidad de Venezuela para usar el sistema de pagos internacionales”, se explica. “Las endurecidas sanciones, en tándem con la incapacidad para acceder a los mercados financieros, empujan finalmente al régimen de Maduro hasta el abismo y desencadenan el colapso político y económico del Estado y todas las instituciones nacionales”.
Sería lógico, dada la evolución de este juego, que se intentara hacer otro peace game, en el que las condiciones iniciales fuesen otras. Por ejemplo, la retirada del embargo y las sanciones a cambio del respaldo de Maduro a negociaciones entre el Gobierno y la oposición con el fin de convocar elecciones en 2021. O tal vez, otras premisas iniciales podrían ser un programa de alimentos por petróleo, como el que propone Francisco Rodríguez, economista y asesor del líder opositor Henri Falcón. Habría sido interesante poder ver los escenarios correspondientes a esas condiciones iniciales de juego alternativo. Pero, al parecer, el Atlantic Council y los jugadores del peace game son todos defensores acérrimos de las sanciones y, al igual que Filipetti, acusan de crímenes morales a cualquiera que cuestione su eficacia o que intente sortear el embargo.
Mientras los participantes del juego en el Atlantic Council barajaban escenarios de muerte, unas manzanas más al sur, Pompeo advertía de que, en lo que se refiere a las sanciones, EE.UU. no ha terminado aún. “The United States is not done”, dijo como si se tratara de una hamburguesa medio engullida. Seguirán apretando las tuercas. Es un castigo colectivo que viola la convención de Ginebra y, por tanto, el derecho internacional humanitario. Además, tal y como ha quedado claro, no sirve para forzar una salida de Maduro si eso es lo que se quiere. Pero da para jugar un divertido peace game.
*Andy Robinson es licenciado por la London School of Economics en Ciencias Económicas y Sociología y en Periodismo por El País UAM. Fue corresponsal de ‘La Vanguardia’ en Nueva York y hoy ejerce como enviado especial para este periódico. Su último libro es ‘Off the Road. Miedo, asco y esperanza en América’ (Editorial Ariel, 2016). […] Ver +